El ‘hat-trick’ de Lookman dejó sin Europa League, sin triplete y sin invicto a un conjunto alemán que nunca estuvo cerca de la Copa
Sólo una diosa podía convertir en mortal al Bayer Leverkusen. Y la Dea lo hizo sacando del Olimpo futbolístico al equipo de Xabi Alonso, invencible e indestructible hasta que llegó a Dublín, con una final coral y celestial.
La escuadra italiana mandó a los infiernos al Werkself con un 3-0 doloroso e inesperado para el campeón de la Bundesliga. Lookman bajó de los cielos para hacer a la Atalanta campeona de la Europa League. Su ‘hat-trick’ rompió todos los pronósticos y cortó en seco el camino hacia el triplete del Leverkusen.
Gasperini y sus sufridos futbolistas presumirán no sólo de haberle dado al conjunto de Bérgamo su primer trofeo en 61 años. También lo harán de haber hecho añicos el mayor invicto de la historia del fútbol con un imponente 3-0. De haber sobrevivido al conjunto más imponente de Europa este curso sin sufrir ni un rasguño.
A la 52 llegó la primera derrota del Leverkusen esta temporada. El invencible Bayer de la Bundesliga fue vencible en el Aviva Stadium. Se les escapó el récord en la ciudad en la que llueve Guinness. Xabi había avisado en la previa de que los números y las rachas no importaban en una final. Y no lo hicieron. En el peor momento, el Leverkusen se deshizo y la Atalanta les descosió por completo.
Alonso optó por jugar sin ‘9’ -Boniface, tocado, empezó en el banquillo-, con Stanisic de carrilero y con Frimpong más adelantado. Un doble lateral que se estorbó y por el que entró Lookman como un cuchillo. El extremo nigeriano fue un dolor de cabeza para el equipo de la aspirina. Sus incursiones destrozaron a un Bayer que se vio 2-0 abajo en el marcador a los 26 minutos. Toda su roja afición, de pie detrás de Kovar, vio como Lookman les dejaba sin Europa League.
En el primer gol, aprovechó un despiste de Palacios para llegar desde atrás y marcar el 1-0. Su segundo tanto fue más espectacular. Cogió el cuero, le tiró un caño a Xhaka -todavía le está buscando por el Temple Bar y sus alrededores- y clavó el 2-0 desde fuera del área. Ha nacido una estrella en Irlanda.
Para entonces, Xabi ya había visto que la final iba a ser diferente a como la había imaginado. Que de la gloria al purgatorio hay 90 minutos. El Leverkusen estaba siendo maniatado por una Atalanta incansable. Su presión era asfixiante y sus robos, constantes. Y el campeón de la Bundesliga no conseguía zafarse de una Dea pegajosa.
La partida de Gasperini
El veterano entrenador italiano ya tiene por fin su primer trofeo con la Atalanta. ‘Gasp’ cambió para siempre la historia de la ‘Dea’ y le dio a Bérgamo un metal continental que tendrá como melodía haber tumbado al Leverkusen de los 51 partidos sin perder. Gasperini proclamó en la previa que el Bayer era fuerte pero la Atalanta también. Y fueron ellos los que sacaron músculo en Dublín ante unos tifosi que pusieron la banda sonora de la final con sus gargantas.
Alonso, que metió en el descanso a Boniface en busca de una reacción que nunca llegó, no consiguió repetir la remontada que él mismo tejió en Estambul en 2005 con el Liverpool. Esta vez no hubo un gol en el tiempo añadido que les sacara del pozo.
Gasperini, que cada partido lo juega como si fuera una partida de ajedrez, sacó a Scalvini al mismo tiempo para evitar los bombardeos alemanes. El Leverkusen se acercó más a la meta de Musso en la segunda mitad pero nunca tuvo verdaderas opciones de marcar. Y se fue tan arriba que Lookman terminó por sentenciarles.
El nigeriano rompió a Tapsoba y anotó en el minuto 75 el 3-0 terminando con el cuento de hadas del Leverkusen. La epopeya es ahora de la Atalanta, que durante décadas cantarán a los héroes que derrotaron a los invencibles alemanes en Dublín.
El consuelo del doblete
El milagro es ahora para la Atalanta y un Gasperini que hicieron posible lo imposible en el Aviva Stadium. Nadie había ganado al Leverkusen en 52 partidos y lo hicieron los italianos. El gris cielo de Dublín es ‘nerazzurri’. La Europa League descansará en Bérgamo. La ‘Dea’ es inmortal.
/Escrito por Jon Prada para Marca de España
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