Gallagher rompe la resistencia de un Valencia liquidado definitivamente tras el descanso por las dianas de Griezmann y Julián, que como el inglés firma su primera muesca con la rojiblanca
Volvió el partido de las nueve, que para los feligreses del Metropolitano viene a ser como la misa de doce. Para los creyentes, se entiende, aunque haya quien defiende que siempre hay que creer. El caso es que el Atlético jugará los siete encuentros entre parones a la misma hora, no vaya a ser que alguien se despiste. El primero lo resolvió con suficiencia después de que el oasis lo encontrara Gallagher, definitivamente apellido de moda. El inglés certificó su primera diana con la rojiblanca puesta, desenvolviendo con disparo raso el regalo que le había hecho De Paul. La geopolítica mundial hubiera agradecido que siempre se entendieran tan bien Argentina e Inglaterra, pero ése es otro tema. Después sentenciaría Griezmann, otra ‘g’ para la colección. Y a ultimísima hora aún llegaría el primero de Julián.
El Valencia aparecía sin delanteros, que es una forma como cualquier otra de aparecer. Haciendo de la necesidad virtud, Baraja situó a Dani Gómez arriba con Javi Guerra cerca de él. Así que el centrocampista que quiso el Atlético este verano se manejaba como segundo punta, si acaso como mediapunta, sin que su equipo saludara prácticamente a Oblak en todo el primer acto. Simeone, mientras, no acababa de apostar por los que se habían quedado dos semanas entrenando a su vera, Correa sobre todo por aquello del gol en San Mamés, pero también Witsel, Riquelme o algún otro. La referencia arriba era Sorloth, al que se pudo pedir de todo menos gol.
El dominio era evidente, pero el Atlético no había generado una sola ocasión en 20 minutos, así que el Valencia se encargó de la primera. Guerra, que seguirá apareciendo en esta crónica de forma recurrente, recibió apurado y buscó solución con un pase atrás que no fue para Tárrega ni para Mamardashvili, hábil Sorloth para cuerpear con el central y plantarse ante el portero. Ahí se volatilizaron las virtudes del noruego de cara al lance en cuestión, porque topó con el georgiano a la primera para quedarse rumiando lo que pudo ser y no fue, de modo que tampoco acertó a empalar la segunda que habían procurado sus compañeros.
Se agudizó el acoso local, cada vez más acostado el Valencia en su propia área. Lino tuvo dos, ambas asistido por Griezmann, pero en una topó con su propia falta de altura y en otra con la molestia ajena que suponía la presencia de Foulquier. Que no hay mal que por bien no venga volvió a demostrarse por fin en el gol, porque la evidente lentitud de Grizi a la contra provocó una pausa en jugada cuya resolución podía haberse procurado el propio francés, que terminó aguantando la pelota para esperar apoyo y habilitar por fin en la frontal a De Paul, que a su vez enhebró una aguja entre las piernas de Mosquera para encontrar el ya relatado disparo de Gallagher dentro del área.
Guerra iba a estar decididamente en casi todas. Y con él, momentáneamente, Soto Grado. De forma inesperada. O no tanto, conociendo el percal como se conoce. El árbitro estropeó primero con su falta de colocación un servicio que dejaba al futbolista visitante con ventaja en tres cuartos, de modo que, dando vueltas quizás a su error, no pitó una falta a Sorloth poco después para que el Valencia armara una contra resuelta con disparo desviado del 8. Era lo único parecido a una oportunidad que había tenido la muchachada de Baraja… y llegaba justo al borde del entreacto.
El míster visitante envidó con Barrenechea y Guerra aún se mostró dos veces más, para buscar a Dani Gómez sin encontrarlo y para disparar con aviesas intenciones desde lejos, pero la primera del Atlético tras la reanudación acabó otra vez en la jaula. Y Grizi anduvo vivo para enganchar la que había rescatado Lino, pero en el origen de la jugada hay que anotar otra delicia a De Paul, desatascando sutil para que Llorente buscara el área. Doblada la ventaja, el equipo rojiblanco entendió que tenía suficiente y Simeone fue tirando de Correa, Julián o Riquelme, que no es poco tirar pero que en todo caso no devolvió las constantes vitales al partido.
Entre otras cosas porque, con Barrios lesionado, si alineas a tus tres centrocampistas de salida te quedas sin alternativas para la parcela. Así que el litigio durante media hora larga fue un querer y no poder, el Atlético incapaz de manejarse con cierta soltura ya, el Valencia inoperante para siquiera fuera hacer cosquillas, más allá de que Baraja fuera completando también su carrusel. A día de hoy hay un mundo entre un equipo y otro, ya puede Peter Lim contemplar su obra orgulloso. En la prolongación percutió Riquelme y embocó Julián. Así que hasta la próxima. A las nueve, por supuesto.
/Marca
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