El Granate perdió 1-0 en La Fortaleza y quedó afuera en las semifinales de la Gran Conquista.
El sueño terminó. Lanús mantuvo viva la llama de la esperanza hasta el último suspiro. Vendió cara la derrota ante un equipo con más billetera y recursos. Y es por eso que su participación en la Sudamericana no podía terminar de otra manera que con un aplauso. El equipo de Zielinski, de mala campaña en la Liga, no sólo dio la talla en la Copa, sino que además supo construir un anhelo que se sustentó en una gran inversión de sudor. El Granate fue por la heroica hasta el último centro, no se rindió hasta la última pelota y murió de pie. No tuvo brillo, pero cayó en combate.
Más allá del sinsabor de la derrota, de la lógica y comprensible tristeza que se apoderó de la Fortaleza, de las lágrimas derramadas para las que no hubo consuelo posible, el tiempo ya se encargará de poner bajo relieve una actuación meritoria que contrasta de forma abismal con el andar del Granate en el torneo. Porque una puerta se cerró y Lanús, un equipo que tiene dos caras, que transita una extraña dualidad, ahora tendrá que afrontar su otra realidad. La disparidad entre su andar en el plano internacional y en el ámbito local es muy notoria. Su última victoria fue el 21 de agosto, contra Liga de Quito. Y entre todas las competiciones acumula 12 encuentros sin ganar, con siete empates y cinco derrotas.
El Granate, que en la ida había rescatado un 1-1 valioso en Belo Horizonte, jugó un partido en el que reflejó la inestabilidad que lo ha caracterizado en los últimos tiempos. Un duelo de momentos, con buenos y malos pasajes, pero con un patrón muy claro: en general tuvo más espíritu que juego, más empuje que asociaciones, más entrega que fluidez en la construcción.
Lanús tuvo situaciones muy claras que no pudo aprovechar en la primera etapa: un golazo de Marcelino que no fue convalidado ya que se encontraba en offside, un mano a mano que Boggio no pudo aprovechar tras un gran pase profundo de Carrera y un derechazo de Moreno que reventó el travesaño. Cruzeiro, un conjunto con transiciones rápidas y recursos técnicos, siempre dejó la sensación inequívoca de que con pocos toques podía fabricar el espacio. Y lo hizo cuando se encontraron sus principales armas en materia ofensiva: Pereira, Matheus Henrique y Kaio Jorge, el autor del gol.
El equipo brasileño, que en esta Copa ya había dejado en el camino a Boca en octavos de final, se replegó en el tramo final del complemento, en parte porque armó una línea de cinco para resistir y también porque el Granate quemó las naves con los ingresos de Dylan Aquino, Leandro Díaz y Jonathan Torres. Cruzeiro ahora espera rival: Racing o Corinthians. Lanús deberá afrontar su otra realidad, porque dio la talla en esta Sudamericana, pero tras despertar de este sueño se encontrará con la versión menos agraciada de su rostro. Una presente que lo encuentra en el fondo de la tabla en la Liga y fuera de la zona de copas en la tabla anual. Después de una noche de copas, tendrá que levantarse temprano y salir a laburar para ganarse el mango.
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