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Por efectividad, derroche, colocación, precisión, instinto, por actitud y por fútbol, no se recuerda una sensación de superioridad semejante ante un equipo de Guardiola. Nunca jamás. Un equipazo coronado por Mbappé, que demostró para qué ha venido al Real Madrid.
El Real Madrid confirmó en su competición que ha alcanzado el punto de excelencia que se intuía por la calidad de sus futbolistas. Han tardado meses en entender que desde el trabajo y el sacrificio podían construir un equipo temible, pero a mediados de febrero, ante el penúltimo campeón de Europa, sometió a su rival a un castigo durísimo.
Esa autoridad blanca se hizo evidente muy pronto. Si hace menos de un año todos los pronósticos saltaban por los aires con una genialidad de Bernardo Silva, esta vez fue Raúl Asencio quien destrozó los planes con un golpeo exquisito, tocado, desde su cobertura, en largo al hueco entre los centrales citizen, Dias y Stones, para la carrera de Mbappé. Dudó Rúben Dias, Kylian olió sangre y colocó el globito sobre la media salida de Ederson. Minuto 4 y el Madrid doblaba la ventaja adquirida en Manchester.
Fiel a su costumbre, Guardiola sorprendió con su plan de partido. Si en la ida no colocó a ninguno de sus fichajes, en la vuelta puso a los tres más costosos, uno por línea: Khusanov en el lateral diestro, Nico en el eje y Marmoush en punta., Lo del egipcio, por los problemas de Erling Haaland desde el sábado. Buscó tener más balón y correr más en la presión, pero se encontró al Madrid que anunció Ancelotti. Vertiginoso con el balón, solidario sin él. Brilló Ceballos, como es ya costumbre, en la gestión de la pelota. Junto a él, Aurelién Tchouaméni dio un curso de cómo cortar líneas de pase. Explicó así por qué confía Ancelotti en él de contrapeso ante tantos delanteros. Porque cuando desatan el talento, los cuatro de arriba son demoledores. Incluso se atrevió en alguna excursión ofensiva. Sirvió a lo Modric, con el exterior, otro balón al hueco para Mbappé y el francés voleó otra vez de primeras, esta vez centrado. Sacó Ederson sin mucha dificultad.
Conste que Bellingham y Rodrygo derrocharon sudor tapando los costados, clave del momento actual del equipo. Han entendido que necesitan recuperar la bola para desatarse en ataque. Eso ocurrió al poco de rebasar la media hora. Presionó el Madrid en la medular, donde apareció Bellingham por sorpresa para escalonar el pase de Valverde. Vinicius se abrió como extremo diestro, recibió, dejó atrás para Rodrygo, falso 9, pase sutil a la izquierda para Mbappé y allí donde los mortales se aceleran y la revientan, el 9 amagó para dejar pasar a Gvardiol y anotó con facilidad. Delirio blanco.
La sentencia estaba al caer porque el Madrid movía la pelota con una seguridad insultante. Bastó una circulación normal que aceleró Valverde con un primer toque para que Mbappé recibiera en el pico derecho del área, tirase la bicicleta y colocase raso al palo lejano. Un 3-0 incontestable. Tanto que pudo ampliarlo en la media hora restante, pero bajaron todos las revoluciones. Buscó su golito Vinicius en un par de acciones bien contestadas por Ederson. El personal rescató un cántico horrible, el que cuestiona la delgadez de Guardiola, durante unos segundos. Mal. Después tiró de ironía con el ‘Guardiola, quédate’, mucho más tolerable. Hizo cambios Pep para ahorrar algún esfuerzo, aunque no lo entendió muy bien Phil Foden, autor del mejor remate citizen en el minuto 76. Ancelotti tambiénm empleó las sustituciones para arrancar el reconocimiento del Bernabéu a sus volantes, Ceballos y Tchouaméni, y la rendición incondicional hacia Kylian Mbappé. Un futbolista extraordinario para un Madrid monumental, pese al borrón de los últimos minutos. El Rey de Europa no tiene ninguna intención de ceder su corona.
/Escrito por José María Rodríguez para Marca de España
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