Abrazos.Llanto contenido. Emoción esperada. Ahí están los jugadores cantando y festejando el baile que le dieron a un Quilmes que prometió dar pelea y se fue humillado de un Monumental que tuvo su fiesta completa. River campeón y está bien.El planeta fútbol está volviendo a la normalidad.
BUENOS AIRES.- El partido debió terminar después de ese zapatazo de Ledesma, con ese llanto del Lobo que provocó el abrazo de todos los jugadores con el volante. Ya era un baile porque el equipo de Ramón lo resolvió en el inicio con ese oportunismo del capitán que jugó el mejor partido del torneo el día de la vuelta olímpica. Cavenaghi trajo el alivio a los hinchas, el cuco Quilmes no había ido a Núñez.
No hubo equivalencias en la cancha. Las diferencias entre uno que pelea por el título y otro que zafó raspando del descenso se notaron desde el arranque. Con el símbolo del juego resumidos en Ledesma. Con el alma de este campeón en esa alegría, en ese contagio y en ese poder de gol que terminó mostrando Cavenaghi.
Un 5-0 que le puso un cierre a un campeón que ganó los partidos que tenía que ganar. Los importantes, los que venían complicados y los suficiente para que poco se puede discutir su liderazgo. La gente explota, canta, llora. Igual que los jugadores. Esa identificación de los referentes del plantel y el cuerpo técnico terminó contagiando a todos. River campeón y no hay mucho para discutir.
/Diario Olé de Buenos Aires/
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