El zurdazo del ítaloargentino José Mauri a los 15 minutos del segundo tiempo fue mucho más que un gol. Ese remate fue el triunfo de David contra Goliat. Una razón más para pensar que en el fútbol no siempre ganan los millones. Entre Parma, el equipo de Cristóbal Jorquera, y Juventus, el de Aruro Vidal (ausente, preservado para la Champions League), había ¡57! puntos de diferencia. Había, también, un mar de motivación de distancia: los parmesanos, casi relegados a la Serie B, casi quebrados, casi desempleados, jugaron por el honor de la camiseta que visten; salieron a la cancha para darles una alegría a sus hinchas. ¡Si hasta el estadio Ennio Tardini fue embargado! Juventus, casi tetracampeón del calcio, busca el campeonato de Europa y se tomó el partido como una obligación estadística.
La mente, a veces, puede lo que no consiguen los millones de dólares. Más allá de que a Parma todavía le den los números (suma 16 puntos y pelea por no descender), lo más probable es que su retroceso se decida en los tribunales. Navega en un mar de deudas y apunta a la Serie B. O a recomenzar el camino en el fútbol amateur. Al borde del precipicio, nadie les quitará a los jugadores parmesanos la tapa de los diarios. «En Parma ha muerto el fútbol de los vivos y los deshonestos. Renació el fútbol de las personas de bien. ¡Sigamos así, muchachos! Estoy orgulloso de nosotros», escribió Alessandro Lucarelli, capitán del elenco que dirige Roberto Donadoni.
De eso se trata. En plena mercantilización futbolera, los jugadores de Parma dieron una lección de fe. Pudieron haber sido goleados por el equipo más en forma de Italia, pero le propinaron la segunda derrota de la temporada. Un envión anímico inolvidable.
Por Alejandro Casar González | canchallena.com
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