“Yo evitaría jugar contra un grande como Boca y Corinthians”, dijo Francescoli. En cambio yo, hincha raso de Boca Juniors, crucé los dedos para que nos tocara River en octavos y parece que se nos va a dar. Es como cuando entrás a una fonda muerto de hambre y lo primero que ordena el cerebro antes de ver la carta es una milanesa al horno con puré. Es barata, nutritiva y sana. Por supuesto que una vez en un millón te puede caer mal, pero la regla es que cumple con la función de alimentarte sin problemas.
De modo que River es para el hincha de Boca un plato sencillo que -salvo excepciones- se puede digerir sin esfuerzo, mientras que a Enzo se ve que le caemos como un lechón de ciento cincuenta kilos acompañado de una guarnición de tortas fritas. En fin, cada cual con su menú.
Sobre el partido contra Palestino, no inventamos nada si decimos que para nosotros empezó a los 70 minutos con las entradas de Gago, Vadalá y Castellani. Fue como enchufar tres cables a la fuente de energía correcta. Gago reorganizó el juego, Vadalá se movió en línea vertical (en veinte minutos dio una asistencia y tuvo tres chances de gol, una desactivada por el travesaño) y Castellani brindó un show tan concentrado y exquisito de fútbol que si le tocaba el antidoping podía haber saltado que se comió una pierna y un pedazo del lóbulo frontal de Riquelme.
Lo anterior había sido extraño. Como ocurrió en el partido de ida en Chile, Palestino demostró ser uno de los mejores equipos del mundo en presionar en tres cuartos de cancha y mover la pelota a la carrera, uno de los menos dotados para entrar al área rival y una verdadera nulidad para convertir. Con Luis Suárez, Neymar y Messi (o alguno de los tres) sería campeón de la Champions, pero así como está solamente le alcanza para hacer una inversión muy costosa en juego sin llevarse nada.
La Libertadores es traicionera, y Boca lo sabe. Por eso es que se fue acomodando en la incomodidad del trámite y desensilló hasta que por fin llegó la claridad con los cambios del Vasco. Con puntaje ideal y un juego apenas por debajo de ese puntaje, fuimos el Cuco de la primera fase. Pero resulta que recién ahora empezamos a jugar por los porotos de oro y en el horizonte ya asoma lo que deseamos.
Por Juan Becerra escritor de la columna De Frente Boca para Olé de Buenos Aires
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