El líder se sobrepone a las bajas y gana con goles de Llorente y Correa
Tiempos de sequía, tiempos de inundación. Un partido al que se atascaba el gol contempló tres en poco más de diez minutos. Hubo que esperar más de una hora, pero el líder lo da por bueno y sin que Suárez resultara necesario. Primero fue Llorente el que sacó la zurda a pasear, asistido por un Koke que anduvo vivo mientras dos tipos se dolían en el suelo y buena parte de la infantería se preguntaba en qué pensaba Mateu. Después fue Herrera el que aprovechó desde cerca la enésima indecisión visitante a balón parado. Por fin fue Correa el que la pegó después de pensárselo varias veces, con la fortuna de que Vallejo convirtiera involuntariamente en parábola lo que había sido disparo raso. Del 0-0 al 1-2. Tres puntos más.
Cuando quieran y donde quieran, que había dicho El Cholo en la previa. Se refería a otra cosa, pero aquí nos viene al pelo para un líder zarandeado por las bajas. El Granada también las tenía… pero con 12 tipos en el banquillo. El Atlético las tenía… y apenas seis tipos en el banquillo. Tirar de los respectivos filiales, tres por dos, no justificaba tamaña diferencia. Y en los tiempos que corren muchos partidos, aunque éste no fuera el caso, precisan para su resolución del oxígeno (y ya de paso fútbol) que aportan al ponerse de pie los que sentados han empezado. La gastroenteritis de Vitolo a última hora apenas era una nota a pie de página con el folio del parte médico rellenado mucho antes.
Se suponía además que Hermoso sólo estaba para un rato, pero el muchacho se empeñó sobre la marcha en que negativo en la pcr fuera exactamente lo mismo que recuperación para la competición, consciente quizás de que no había plan B que valiera. Si alguien sabe de qué va todo esto es precisamente el Granada, obligado a jugar hace un tiempo ya el partido más bochornoso en lo que va de campeonato, aquél en el que puso lo que tenía porque no tenía más.
El Atlético lució aparente en el arranque, pero topó primero con que Correa a esas alturas tenía mucho más fútbol que gol y después con que cada vez guarda peor relación en lo colectivo con una suerte como la del saque del esquina, de la que tan amigo fue. Por evitar uno concedió Llorente la primera ocasión local, de Molina, defendiendo (mal) otro concedieron entre todos la segunda, de Germán. Así que el dominio de salida se tradujo en más presencia en las inmediaciones de la portería rival, que no en más peligro.
Parecía evidente que era partido de entrenadores. Diego Martínez había respondido con tres centrales a los tres centrales del rival, Simeone había mantenido a Llorente como carrilero derecho incluyendo a Carrasco como interior izquierdo. Luego uno y otro seguirían moviendo las piezas del tablero, para intercambiar a Machís y Kenedy el primero, para desplazar a los ya mencionados y a Koke en un baile permanente, el segundo. Pero el fútbol se iba enmarañando poco a poco, más allá de que nadie pareciera especialmente interesado en el vértigo.
Suárez tuvo tres apariciones de cierto peso en el área nazarí. Pero una se le fue desviada, a la otra respondió Rui Silva y para la última lamentó el cruce de Domingos. En las dos primeras había sido Kondogbia el encargado de habilitar al uruguayo, porque el 4 parte desde el eje pero tiene un recorrido descomunal. El caso es que con poco que llevarse a la boca se acabó un primer acto al que Mateu no quiso añadir un solo segundo. El del silbato ha creado escuela, por cierto: uno de los asistentes parecía empeñado en tener tanta presencia o más que el jefe.
La segunda parte empezó con latigazo de Suárez al larguero, pero el Granada volvió a responder. Y por triplicado: volea de Eteki, centro de Machís que salió de aquella manera y con el que Oblak se jugó el físico, disparo de Molina demasiado alto. Había sorprendido Simeone introduciendo a Vrsaljko por Kondogbia, lo que volvió a mover a los de antes, por cierto, pero ése fue el único cambio que hizo. Diego Martínez, que ya andaba con el carrusel, se tiró definitivamente con todo después del 1-2. Los cinco hizo, que viene el Nápoles.
El Cholo, por su parte, no entendió necesario ni uno más, siquiera fuera para perder tiempo en el tramo final. Total, ya lo iba perdiendo Mateu por él. Encantado de conocerse, ni siquiera apuró la prolongación que él mismo había concedido. El Atlético gana batallas hasta cuando se queda sin tropa. Y en tarjetas golea: cinco por ninguna, que venga Lahoz y lo explique. Pues eso: que cuando y donde quieran.
/Marca
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