Dos goles de Haaland hicieron imposible el intento de remontada
No está mal decir adiós cuando no queda más remedio. No está mal decir adiós cuando sabes que has hecho todo lo posible para que ese desagradable momento no se produzca. No está mal decir adiós cuando tu intención es volver a citarte con el balón de estrellas el próximo año. Y el otro. Y si puede, también el siguiente. El Sevilla se ha despedido a la Champions tras caer ante un Dortmund que tiene en Haaland uno de los próximos referentes del mundo del fútbol. Le dejaron en dos ocasiones libre y finiquitó la noche. Y eso pese al esfuerzo titánico de los sevillistas, los jugadores sintieron que el fútbol les está dando la espalda. Todo lo que puede salir mal, termina saliendo peor. Tuvieron la pelota, llegadas, buen juego… Pero ya estaba muerto. El Sevilla ha dicho adiós en menos de una semana a dos competiciones. Un golpe duro de digerir, aunque al menos se marcha con la cabeza alta.
El Sevilla salió al campo como el que nada tiene que perder, con ese punto de querer demostrar que el equipo no estaba ni mucho menos muerto. Porque todo lo que le ha ocurrido en la última semana, con esa eliminación cruel en la Copa del Rey y el posterior tropiezo del que sale derrotado desde el vestuario en Elche habían generado un clima pesimista con una mezcla de intranquilidad, como si el equipo se hubiese caído y ya no pudiera volverse a levantar. Picado en su orgullo. Y desde el primer minuto demostró que es un equipo merecedor de estar entre los 16 mejores de Europa. Ya entre los ocho mejores era otro cantar, sobre todo tras el resultado cosechado en el Sánchez-Pizjuán.
El Sevilla estaba como una moto desde el arranque. Ocampos enrabietado. El argentino no pudo disputar el encuentro de ida por la lesión en el tobillo, que le estuvo molestando en fases de un encuentro tan físico y disputado. El extremo tuvo la primera oportunidad de la noche, con un disparo desde la frontal tras recuperación arriba de los andaluces. El portero despejó con el puño el fuerte disparo. Lopetegui había colocado a Óscar Rodríguez muy cerca de En-Nesyri, en un claro 4-2-3-1, para aprovechar su juego entre líneas y buen golpeo. Para colocar al equipo así, Lopetegui pidió a sus centrales que pisaran campo rival, por mucho Haaland que pusiera salir en estampida. Hasta Diego Carlos sufrió una molestia muscular en uno de los cruces con el noruego. Iba a todas. El Sevilla no sólo resistía, sino que plantaba una batalla ejemplar. Los jugadores amarillos se gritaban. Pedían concentración y piernas. El único pero a los españoles era su obstinación por terminar la jugada de ataque colgando balones al área, donde En-Nesyri tenía las de perder con dos expertos en el juego aéreo. Aun así, la segunda gran ocasión sería para Suso tras una sensacional diagonal de Ocampos, que cedió al gaditano, para que su disparo con la mala (la derecha) se marchase cerca del palo.
La ley de Haaland
Merodeaba el Sevilla el 0-1. Y, cómo no, llegó el 1-0. Porque cuando la vida te da la espalda, es muy difícil encontrar ese halo de luz que te señale el camino correcto. En el único error de la primera parte, encima en salida de pelota por parte nervionense, Koundé decidió cuerpear antes de agarrar un pase de Navas en el costado y esto propició un dos para uno en banda. Reus ganó línea de fondo y su pase atrás, ante la salida de Bono, lo mandó a la red el de siempre: Haaland. No había hecho nada el noruego. Pero para eso es uno de los grandes goleadores de Europa. Una y a dormir. El Sevilla y Koundé acusaron el golpe. El francés comenzó a fallar más de la cuenta en pases que para él son pan comido. Hay que recordar que jugó tocado la vuelta de la Copa (donde estuvo sobresaliente), descansó en Liga y era duda para el partido de Dortmund. Se le ha forzado al máximo y su físico no es de acero. Ni su mente tan superior a la del chaval de 22 años que es. Sigue un proceso de aprendizaje en la élite y esta eliminatoria será una más. Se marchaba el Sevilla al descanso reclamando una mano de Dahoud a disparo de Ocampos. Había mano, aunque el jugador estaba de espaldas. Mucho debía cambiar la Diosa fortuna (no el Sevilla) para que el milagro apareciese.
El segundo periodo no auguraba nada bueno con su arranque. El Borussia quería liquidar por la vía rápida. Hazard tuvo un disparo franco en el primer minuto. Y a los tres, con el Sevilla todavía pensando en qué hacer en la segunda mitad. Haaland construyó un ataque que él mismo finalizó en gol. En el camino se llevó por delante a Fernando. El colegiado lo revisó en el monitor y lo anuló. Pero también le avisaron de un penalti de una jugada anterior de Koundé sobre el propio Haaland. Anuló el gol pero señaló penalti. Bono se hizo gigante y se lo detuvo al delantero. El Sevilla montó la contra. Seguía vivo. Pero a este Sevilla le ha mirado un tuerto. Bono adelantó un poco los dos pies. Y nuevamente el colegiado entraría en acción para señalar penalti. Debía repetirse. Mismos actores. Y mismo lanzamiento. En esta ocasión no llegó el portero. Todo estaba acabado. Aunque eso con el Sevilla suelen ser palabras mayores. Un penalti sobre el recién ingresado De Jong lo transformó En-Nesyri. Quedaban 20 minutos para buscar la prórroga con dos goles. El propio En-Nesyri anotó en el 95′. No hubo manera. Hasta el final peleando. Una triste forma de decir adiós a la mejor competición de clubes del mundo. Una dolorosa forma de decir adiós a la mejor competición de clubes del mundo.
/Marca
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