Con un gol del delantero que había recién ingresado en Corinthians, el cuadro brasileño arrancó un empate valioso para la vuelta. A los argentinos le queda el invicto retrospecto de no haber perdido de visita en esta Copa Libertadores.
Por Cauan Biscaia C.
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BUENOS AIRES – No apto para cardíacos, como suele ser una final de Copa Libertadores. Súmale a esto, una decisión entre brasileños y argentinos. Agregue un poco de condimento con el duelo entre dos de las mayores hinchadas del mundo, y tendrás un sabroso enfrentamiento digno del torneo más importante de las Américas. Boca Juniors y Corinthians pueden no haber proporcionado un partido rico en belleza, pero cumplieron la consigna de un emocionante embate que terminó igualado a un gol, dejando totalmente abierta la revancha en Sao Paulo.
La Bombonera tiene la etiqueta intacta de ser uno de los estadios más místicos del planeta. A cada salto de la hinchada, golpe de los bombos, el piso tiembla como un sismo avasallador y el adversario se contagia por un temor casi natural. Los corinthianos no podrían haber tenido una primera experiencia en la final de la Libertadores tan desafiadora, pero aguantaron con mucho brío la primera etapa, cerrándole con perfección los pases de Riquelme, los atropellos técnicos de Santiago Silva, los desbordes acelerados de Mouche por los costados, y los cabezazos mortales de Schiavi en las pelotas detenidas. Resignados en la defensa, enorgullecieron al pragmático Tite, DT de los albinegros.
Los Xeneizes costaron a armar sus jugadas ofensivas. Luego en el primer minuto de juego, Schiavi ya asustaba la meta de Cassio con un cabezazo tras el tiro libre de Román. Mouche, muy movedizo por ambos lados, tenía una barrera intransponible para efectuar los centros a Silva. En la única que consiguió librarse, el uruguayo metió una chilena plástica, pero que fue barrada por la justa ubicación de Alessandro en el camino. Los brasileños llegaron una pura vez con el remate de Paulinho, muy bien atajado por Orión, y el árbitro chileno Enrique Osses, se equivocó al no expulsar Roncaglia por no aplicar la merecida segunda tarjeta amarilla. Un primer lapso para la previa del complemento ideal, que seguramente rompería con el cero en el marcador por la propuesta abierta de ambos equipos. Boca por la insistencia, y Corinthinas por las contras.
En la segunda etapa, Riquelme pasó a tener más libertad con el cerrado planteamiento defensivo de Corinthians. A los 6 minutos, Román mandó un derechazo con veneno que pasó cerca del travesaño rival. Diez minutos después, habilitó a Mouche con un pase extraordinario, pero el joven delantero no tuvo paciencia para acomodarse de mejor manera para el remate. Esbarrando en los contantes offsides, solo la pelota parada podía salvar a los de Falcioni. Y así fue. Córner desde la izquierda, el cabezazo de Silva que fue sacado con la mano, sobre la línea, de Chicao, pero en el rebote Facundo Roncaglia explotó el balón hacia las redes de Cassio. Gol redentor para el equipo que más atacó y mereció la ventaja, y temblor grado 7 en las tribunas de La Bombonera.
Los técnicos entraron en acción. Falcioni sacó a Ledesma por Riveros, y Tite ingresó a Romarinho por Danilo. Dedo táctico y efecto relámpago en el cambio corinthiano. Cuando faltaban cinco minutos para el final del tiempo regular, Riquelme perdió la pelota en la mitad de cancha, Emerson armó la jugada y habilitó a Romarinho, el bajito no desaprovechó su oportunidad, y con la categoría que lleva el nombre del crack brasileño que lo apodó de manera diminutiva, hizo un gol enorme picando el balón sobre el batido arquero xeneize. El entrenador argentino metió a Viatri y Cvitanich en el último intento de desigualar las cosas, pero no fue suficiente. El empate a uno dejó un sabor amargo en la hinchada bostera, que levemente callada, lamentó la victoria que se escapó de las manos de sus jugadores.
La finalísima será disputada el próximo miércoles, en Sao Paulo. Vale recordar que el gol de visita no tiene ventaja en esta instancia, y la decisión sigue totalmente abierta para ambos equipos. A Corinthians le queda la moral de un buen resultado conquistado en Buenos Aires y el apoyo masivo que tendrá de su enorme y apasionada hinchada. A Boca, el retrospecto de no haber perdido ningún partido como visitante, y la solidez de su equipo que tiene amplia jerarquía en esta competencia. Esto no se termina, y los próximos 90 minutos seguirán siendo infartantes y honorables para la final de las multitudes.
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