El Real Madrid no puede elegir. Está obligado a pelear todos los títulos que dispute hasta el límite de sus fuerzas, agónico. Así fue su victoria, en el último cuarto de hora, después de trabajar el partido sin suerte. El héroe fue Éder Militao, y no por accidente. Suyos fueron tres remates anteriores hasta conquistar el gol decisivo, clásico, un cabezazo junto al palo tras un córner directo botado por Isco. En ese minuto 76 concluyó la resistencia de Osasuna, que exprimió un poquito más a los blancos. Jugaron bien los rojillos, tuvieron sus opciones. Nada que reprochar a un buen equipo con la temporada hecha.
Zidane apostó por la victoria con una alineación ofensiva de salida, y acertó después con los cambios. Aposto de salida por Odriozola en la derecha, Antonio Blanco en el centro y Hazard campando a sus anchas por todo el ataque. Los tres ganaron en protagonismo y participación en un equipo necesitado de más actores en las finales que le quedan. El canterano, con el peso en el juego de un experto, juega siempre fácil, a uno o dos toques, y sin la bola está siempre donde conviene. Con lo difícil que es eso.
El primer tiempo fue divertido. No tanto para el madridismo, que vio pasar otro medio partido de su equipo sin gol. Conste que nada tuvo que ver con el ladrillazo frente al Betis. El Madrid buscó el remate, primero desde lejos -imponente el disparo desde su campo de Casemiro que se fue por poco- y después con centros laterales. No marcó por obra y gracia de Sergio Herrera. Primero sacó con la yema de los dedos una volea de Hazard picada, dificilísima. A continuación, Militao entró como un trueno de cabeza y el meta punteó el remate para sacarlo por encima del larguero.
Para que el partido fuera vistoso tenía que participar el rival, y da gusto ver jugar a Osasuna. Ligero por tener los objetivos cumplidos, el equipo navarro, con un centro del campo jovencísimo y jugón, con dos bandas venenosas (Torres y Rubén García), Ávila entró en el once como un guante. Suyo fue el primer remate, de zurda, y el último del primer acto, un cabezazo perfecto a servicio de Manu Sánchez que acabó en la red, anulado por fuera de juego.
No volvió Varane tras el descanso, lastrado por unas molestias musculares. Lo del Madrid con las lesiones es para escribir un libro. Entró Nacho y el Madrid se instaló en campo contrario, pero le costó circular la pelota con rapidez. Osasuna se refugió para salir a la contra, y pudo salirle de perlas. Tuvo una contra de cuatro contra dos que no gestionó bien, mientras el Madrid sólo generó algo a balón parado, con una volea espectacular de Militao, antes de los cambios.
Las cosas como son, la entrada de Rodrygo cambió el paisaje. El brasileño, desde la derecha,agitó el partido encarando y rematando. En una diagonal cruzó muy cerca del palo. Arrasate retiró a Ávila, muy cansado, y al amonestado Javi Martínez para meter experiencia con Budimir y Brasanac. Sin respuesta rojilla.
De hecho, el otro cambio determinante fue de Zidane. Después de apostar varias ocasiones por él sin éxito, Isco devolvió al confianza a su entrenador en el último cuarto de hora. Interpretó el partido a la perfección, botó el córner del primer tanto y puso el balón a buen recaudo. El Madrid no sufrió porque en una contra Benzema buscó a Rodrygo pero se cruzó Casemiro, trató de controlar y se le fue tan largo que acabó marcando. Sin querer. Un desenlace inesperado después de tanto sufrimiento. Es el destino de quien quiera conquistar esta SuperLiga. No hay partido sencillo. No hay noche sin nervios.
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