Neptuno puede esperar. A él y a la otra tanto les da, la verdad. Ahí van a seguir, vayan o no los chavales. Así que sirva la frase inicial para resumir la situación después de dos horas de fútbol, las penúltimas, que dejan las cosas como estaban: sin campeón aún. Atlético y Real Madrid han cumplido con sus respectivas obligaciones, porque a estas alturas otra cosa no son, de manera que será la última jornada, y porque no queda más remedio, la que decida de una santa vez este título esquivo. Valladolid o Valdebebas conocerán al campeón, con ‘v’ de victoria, y aquí paz y después gloria.
Se encargará Pucela en realidad de dar y quitar razones, porque en este negocio la razón te la da o te la quita el resultado. El Atlético depende de sí mismo, expresión a la que se llega a coger tirria de tan manoseada como está, pero es que además la lógica apunta que la variable del tropiezo blanco ante el Villarreal no se puede producir desde el momento en que el submarino tendrá el cuerpo en ese partido, sí, pero el alma en el que apenas días después decidirá un título europeo… en Polonia.
Suárez tuvo que ser. En la última. Sobre la bocina. Haciendo bueno el gol anterior de Lodi para certificar una remontada agónica después de que Budimir enchufara la primera que tuvo su equipo. Quedaba apenas cuarto de hora y Simeone tiró con todo lo que tenía, incluidos Herrera y Dembélé para ganar de mala manera, a las bravas, lo que debió ganar antes de buena, con múltiples oportunidades. Pero Suárez, en fin. La zona Suárez, dijo El Cholo. Otra que se apunta.
Retrociendo en el tiempo, el 9 tuvo una, recogiendo un balón suelto para topar con Herrera. El 9 tuvo dos, pero no acertó con el taconazo que había dibujado para desviar un servicio de Hermoso. El 9 tuvo tres, y se estrelló con el poste después de que Correa se apañara para dejarlo solo dentro del área. El 9 tuvo cuatro, y ésa que se había fabricado se le marchó desviada. Todo eso, en la primera media hora. Si la Liga había entrado en la zona dichosa, el tramo en cuestión insinuaba que ésa no iba a ser buena noticia para el Atlético.
Las tuvieron también Llorente, Correa, Koke o Saúl, no todo iba a ser cosa del 9. De cerca y de lejos. El que no topaba con el meta de Osasuna topaba con su propia impericia. El primer acto dejó así un rosario de ocasiones en clave rojiblanca, pero ninguna tuvo traducción. Y como cada oportunidad que se pierde es por definición una oportunidad que no vuelve, la ansiedad se adueñaba del Metropolitano a medida que el reloj cumplía con su jornada laboral. Empate. ¿Y ahora? Empate. ¿Y ahora? Empate…
Tampoco es que el equipo rojiblanco hubiera aparecido como apareció ante la Real, en un puerta grande o enfermería. No se presionaba con la determinación del miércoles, lo que volvía a sugerir la falta de piernas que ya había sugerido el tramo final de aquel choque. Simeone dibujó exactamente el mismo once, quizás porque en pocos más confía, y el Atlético optó por una paciencia que en todo caso se convirtió en un dominio que en todo caso se tradujo en el ramillete relatado ya. Era tremendo que en el retorno al camerino se mantuvieran las tablas, pero ahí estaban: absolutamente amenazantes en clave local.
Osasuna se manejaba con cinco atrás, incrustado Juan Cruz como tercer central. En lo que a la motivación respecta, la de Herrera valía por la de todos sus compañeros. Si fuera se escuchaba al personal rojiblanco, animando desde donde les dejan, a ver qué remedio, dentro sólo se oían los gritos del meta rojillo, protagonista del partido mucho más de lo que hubiera deseado él mismo, se supone, pero sobre todo mucho más de lo que hubiera deseado el Atlético. Donde antes había 90 minutos, ahora ya sólo quedaban 45. Y todo estaba igual, en esa funesta manía española que deja las cosas para el final.
Puesto a protagonizar la tarde, Herrera retrasó la reanudación por un quítame allá este guante. La vida parecía seguir igual, porque a las primeras de cambio Suárez se equivocó al rematar un servicio pícaro de Trippier, pero en realidad al Atlético le costó llegar durante un buen tramo. Ansiedad, se llamaba la figura. Cuando lo hizo otra vez, además, fue para estrellarse con la tecnología: el VAR exhibió posición ilegal en sendas dianas de Savic y Carrasco, la primera validada por el asistente, la segunda con bandera levantada ya. Enttre una y otra, por cierto, Correa envió a las manos de Herrera una volea que merecía otra suerte.
Simeone envidó por fin con Joao y Lodi, pero poco después pasó lo que cualquier podía sospechar que pasaría: que la primera que tuviera Osasuna iría para dentro. Budimir cobró sus cuentas pendientes con Savic, sacándole además del gol una tarjeta que le inhabilita para la última batalla, pero el arreón final rojiblanco valió por una remontada que puede valer por un campeonato. Dos goles al malditismo, o como se diga eso. El Atlético remontó y sigue teniendo el campeonato a su disposición. Zona Suárez, ya se sabe.
/Escrito por Alberto R. Barbero para Marca
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