El Barça perdió contra el Celta en el último partido de la temporada en el Camp Nou y se despidió de un título nacional que, en realidad, siempre estuvo lejos.
Fue una de esas tardes serenas y despejadas de mayo en las que no hace tanto, aunque para algunos los últimos meses se hayan hecho exageradamente largos, los aficionados culés habrían disfrutado de una emocionante jornada de transistores para despedir la temporada en el Camp Nou más allá de que las posibilidades del Barça en la Liga fueran ínfimas antes del partido contra el Celta y de que, tras el encuentro, las matemáticas establecieran que el equipo de Ronald Koeman ya no tiene ninguna posibilidad de llevarse a sus vitrinas el trofeo doméstico más disputado de la historia reciente.
El Barcelona, inmerso en una preocupante depresión competitiva, se despidió de la Liga con una inexcusable derrota en su último partido en casa. No hicieron los deberes. La agónica victoria del Atlético de Madrid ante Osasuna en el Wanda Metropolitano y la trabajada victoria del Madrid en San Mamés desalojaron a los catalanes de la competición. El museo del Camp Nou no recibirá este año más trofeo de la sección de fútbol masculino que la Copa del Rey ganada hace unas semanas en Sevilla.
La temporada, resumida en 45 minutos
Koeman apostó por un sistema de tres centrales (Araujo se recuperó a tiempo de sus molestias en el tobillo en el Ciutat de València y acompañó a Piqué y Lenglet) y dos laterales: Dembélé por la derecha y Jordi Alba por la izquierda. Eligió a Ilaix para cubrir la vacante del sancionado De Jong. El inicio del Barça fue tan tranquilo como dominante. Sin los nervios que les acompañaron en el momento decisivo de la temporada, cuando no estaban en su mejor momento, los culés pusieron en jaque a sus rivales desde el primer minuto. Un Celta contemplativo sufrió para ‘robar’ el balón a los locales, que tardaron menos de diez minutos en pisar el área de Iván Villar. Messi y Griezmann fueron los primeros en probar al portero gallego.
El equipo catalán dispuso de todo tipo de ocasiones hasta que se adelantó justo antes de la media hora de juego. Dembélé, estimulante, puso el desequilibrio; Pedri y Busquets actuaron como brújulas; y la línea defensiva, en el ojo del huracán tras algunas actuaciones recientes poco convincentes, las pocas dudas. Fue el habitual Messi quien tradujo la superioridad del Barça en el marcador. Lo hizo tras un preciso centro de Busquets y con un impecable cabezazo cruzado. Cuando parecía que el Celta, desbordado, no encontraría la manera de frenar al equipo de Koeman, que se lanzó a por el segundo, llegó el tradicional ‘regalo’ que el Barça ha hecho a sus rivales en las últimas jornadas. Ter Stegen ni siquiera se inmutó para intentar salvar un disparo lejano de Santi Mina, defendido de forma imprecisa y lejana por Piqué. Media ocasión para los visitantes, un gol. Toda la temporada resumida en 45 minutos.
Otra segunda parte decepcionante
Tras el descanso, con los decepcionantes tropiezos ante el Granada y el Levante en la cabeza, el Barça no quiso repetir los errores del pasado y buscó la victoria con relativa fiereza. Riqui Puig sustituyó a Pedri y se mostró muy participativo. Tuvo ganas de demostrar que merece mucho más protagonismo; con un entusiasmo encomiable. Sin embargo, tres pérdidas en pocos minutos de Ter Stegen, Lenglet y Dembélé invitaron a la incertidumbre y a la frustración en el Camp Nou. Una buena parada del portero alemán a Denis Suárez aumentó las dudas. Los minutos pasaban sin apenas novedades, los resultados de los partidos del Atlético y del Madrid empezaban a moverse y, de nuevo, la inquietud se apoderaba del equipo culé. Inexplicable. Las entradas de Dest, Braithwaite y Trincao fueron intrascendentes. Lenglet fue expulsado por doble amonestación y el Celta del ‘Chacho’ Coudet, que aterrizó en la Ciudad Condal ‘enrachado’, estaba cada vez más cómodo sobre el césped.
El Barça salió a por todas para intentar ganar el partido y lo pagó caro. A pocos instantes del final, Santi Mina recogió un rechace del poste a un centro envenenado de Solari para certificar la quinta victoria consecutiva de un Celta que se quedó, con el triunfo del Betis ante el Huesca, a las puertas de Europa. Y el equipo culé, con cinco puntos ganados de los últimos quince disputados, se despidió definitivamente de una Liga que pasó de ser quimérica a ser posible, pero que en realidad siempre estuvo lejos del Camp Nou.
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