Los dueños del Chelsea y el City: el duelo de multimillonarios en la final de la Champions League

La final de la Champions League entre el Manchester City y el Chelsea no sólo enfrentó a dos de los mejores equipos de esta temporada en el Viejo Continente sino que en Oporto también hubo un duelo de magnates de billeteras gigantes, de cuentas bancarias con cifras que son difíciles de dimensionar, de yates de megalujo y cientos de metros de largo, de caprichos que sólo se pueden permitir los que entran en la lista de los más ricos de la revista Forbes… De un lado estará el jeque Mansour, mandamás de los Ciudadanos, y del otro, Abramovich, pope de los Blues. Dos de los hombres más poderosos y exitosos del mundo del fútbol aunque con orígenes casi opuestos.

De huérfano a millonario

Roman Arkadievich Abramovich nació el 24 de octubre de 1966 en Saratov, una ciudad rusa que en ese momento era parte de la Unión Soviética. Su infancia estuvo marcada por la tragedia… Tenía apenas 18 meses cuando falleció Irina, su mamá, que era ama de casa. Y a los cuatro años quedó huérfano: Arkady, su padre, que era empleado público murió en un accidente. A partir de ahí fue criado por Lieb, su tío, y se mudó a Utja, que está en una región rica en gas y petróleo (algo que marcaría su futuro) y en la que los inviernos son muy crudos, con temperaturas que suelen llegar a los -20° C.

En ese difícil contexto, en el que los rublos no le sobraban, Abramovich forjó una impresionante capacidad para hacer negocios. Mientras aún asistía a la escuela técnica comenzó con su primer emprendimiento para hacer algo de dinero extra: en su tiempo libre vendía neumáticos usados y autopartes. Asistió a la Universidad Estatal Rusa de Petróleo y Gas de Gubkin, en Moscú, y le tocó hacer el servicio militar obligatorio en la URSS y en esa época también mostró su habilidad para hacer generar dinero de la nada. Aunque no siempre dentro de los límites legales… En su etapa en el Ejército convenció a varios camioneros de sacar nafta de los tanques para luego venderla a sus compañeros militares: con lo que generaba, le pagaba a sus «socios» que seguían permitiendo que saque gasolina de los camiones.

Aunque su fortuna se empezó a cocinar al fuego de la caída de la Unión Soviética, el hecho de cómo hizo su primer millón de dólares siempre estuvo rodeado de un halo de misterio. Una de sus primeras empresas fue una compañía de juguetes de plástico (los patitos eran su especialidad) y luego conoció Boris Berezovsky, un empresario que tenía contactos con el gobierno ruso. Juntos comenzaron una carrera dentro del mundo de la explotación de gas y petróleo. Con el final de la URSS, en Rusia comenzó un boom de privatizaciones y Abramovich y su socio se quedaron con Sibneft, una petrolera que, en 2005, vendió por 13.000 millones de dólares.

Sin ambiciones políticas, por lo que se ganó la amistad de Vladimir Putin, en 2003 el ruso desembarcó en el fútbol cuando compró al Chelsea por una cifra que hoy parece un chiste: pagó «apenas» por 91 millones de dólares. En Londres generó una revolución con la contratación de Mourinho y convirtió al club en uno de los mejores del mundo. Pero la compra de los Blues fue apenas uno de los caprichos del empresario, que suele gastar unos dos millones de dólares en pagar a los 40 guardaespaldas que lo protegen a diario.

Una de las pasiones de Abramovich es coleccionar yates de lujos: tiene varios pero el que más se destaca es Eclipse, un barco que pagó 340 millones verdes, que tiene 170 metros de largo, 18 habitaciones para invitados, un dormitorio principal de 500 metros cuadrados, una disco, sauna, un submarino y un sistema anti misiles. En cuanto a sus excentricidades, en 2008 le regaló a su ex mujer 40 hectáreas en la ¡Luna! Tiene una isla propia en San Petersburgo, suele gastar hasta 40.000 dólares en una cena y en sus fiestas privadas contrató a artistas como Paul McCartney o los Red Hot Chili Peppers. Problemas para pagar el cachet no tuvo, el ruso posee una fortuna de 15.000 millones de dólares.

Nacido en una cuna de oro

A diferencia de Abramovich, el jeque Mansour bin Zayed Al Nahyan jamás tuvo problemas para llegar a fin de mes. Nació el 20 de noviembre de 1970 en Emiratos Arabes Unidos y es parte de la familia real de Abu Dhabi, que gobierna esa región de Medio Oriente desde mediados de ¡1700! Criado en medio de una riqueza incalculable, de chico se fue a estudiar a Estados Unidos y luego se graduó en la Universidad de Emiratos Arabes en relaciones internacionales, algo que le serviría mucho en su carrera dentro de los negocios. Desde 1997 ocupa cargos importantes dentro del gobierno de su país y su medio hermano, el jeque Khalifa bin Zayed Al Nahyan (el presidente de EAU), lo puso a cargo de manejar las inversiones estatales en petróleo. Y también es uno de los encargados de manejar el Abu Dhabi Investment Authority, un fondo de inversión que tiene a disposición unos 900.000 millones de dólares…

/OLé de Buenos Aires