El brasileño confirma su arranque con un partidazo en la reapertura del estadio. Junto al francés, cubren las lagunas defensivas blancas y remontan a un Celta en problemas
Pues sí, el gol se entrena. Con paciencia, trabajo y templanza. Vinicius aprovechó el despertar del viejo-nuevo Bernabéu para ponerse a la altura del estadio y reclamar su sitio en la historia por hacer. Porque no vino Mbappé, y eso no hay quien lo cambie. Pero con su juego alegre, su descaro y, al fin, su puntería, se extrañará menos al francés. Vini desbordó, Benzema remató y entre ambos más Modric remendaron a un Madrid en obras, vulnerable ante el talento de Aspas. Pero como el Celta tiene aún más problemas defensivos que los blancos, el equipo de Ancelotti regaló una alegría a esos aficionados a quienes tanto han echado de menos.
Se encendieron los focos, se abrieron unas cuantas puertas, se sortearon vallas y grúas, y el Santiago Bernabéu se llenó de nostalgia, emoción y fútbol. Decíamos ayer (hace sólo 560 días, cuando el Madrid abatía al Barcelona en el Clásico) que Vinicius empezaba a ser un jugador decisivo, y que a poco que templase en el instante supremo, rompería en figura. No esperaba el brasileño, protagonista en el primer tiempo, en el segundo y en el arranque liguero, que el Celta acertase en sus dos primeros tiros. El equipo que sólo había rematado dos veces en las tres jornadas anteriores. Mérito gallego, que fue de menos a más hasta el descanso, y demérito del Madrid, que tiró abajo todo el fútbol construido con errores de cimentación, en el pilar del trabajo defensivo.
Es imposible no acusar la pérdida de los dos centrales titulares de los dos últimos lustros. Con ellos, el Madrid sufría en las contras. Sin ellos, ya sabemos lo que ocurre. O el equipo al completo hace un esfuerzo extra de concentración y sacrificio sin balón o queda sobreexpuesto. Y no estaban para exhibiciones Casemiro o Valverde. Tuvo mala suerte Miguel Gutiérrez, flamante apuesta de Ancelotti para el lateral izquierdo, porque en su sector nació el primer tanto, y a su espalda se coció el segundo. Pudo rehacerse después del descanso, sirviendo el empate.
Claro que no es el Celta tampoco un equipo que se distinga por su firmeza defensiva. Se adelantó dos veces por la astucia de Aspas en dos brillantes primeros toques, a Mina y Mallo, y sobrevivió a duras penas a 25 minutos de presión y buen fútbol blanco, entre el 0-1 y el 1-2. Pero cuando se sintió cómodo, hasta el descanso, se desplomó por sus propios pecados defensivos. Fue marcharse Tapia, agotado, y afloraron todas las flaquezas de Araujo y Murillo.
No es de recibo consentir a Benzema un remate cómodo, a centro de Gutiérrez, para convertir el empate con un frentazo tremendo. Pero la traca corrió a cargo de Vinicius, que aprovechó el servicio de Benzema y el error posicional de Murillo para escaparse en solitario, medirse cara a cara con Dituro y colocar con suavidad, por bajo, cruzado. Allí, en la portería donde rara vez fallaron Ronaldo o Hugo Sánchez, Vini confirmó todo lo apuntado en el arranque de Liga y se fue a la grada, fuera de sí, para celebrarlo. Carne de portada para enterrar tantos memes y tanta mala baba.
La noche que empezó con zozobra se puso perfecta para el Madrid. Ancelotti interpretó las señales y abrió la puerta a Camavinga. No sabe nada Carletto. El francés entró, con sus insultantes 18 años y su exhuberancia física, para marcarse una pisada antológica nada más entrar al campo. Lo segundo fue firmar su primera diana de blanco. A puerta vacía, acompañando la jugada. Un gol que mereció Modric en su arrancada vertical y exquisita, coronada con un tiro de exterior que negó Dituro. Sin la diana, el croata recogió las reverencias del público del Bernabéu, rendido a su talento eterno. Qué chaval.
El Celta intentó reducir la brecha. Le sobra clase en ataque, pero no para compensar su pésimo balance defensivo. Especialmente sin Tapia, aunque estuviera a medio gas. Coudet le reservó para evitar males mayores, y se llevó una goleada. Porque buscó el ataque, se destapó y permitió las contras blancas. Como la que llevaron las dos estrellas, Benzema y Vinicius. El brasileño rompió a Murillo, arrancó el penalti a Denis y sirvió el triplete a Benzema. Un gol para resistir el acoso de Valencia y Atlético, devolver al Madrid el primer puesto y afrontar el partidazo de Mestalla con una sonrisa.
/Marca
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