En un partido de infarto, bastante cerrado hasta el tramo final, el Betis consiguió evitar una prórroga que había intentado forzar Bebé con un golazo de falta. Apareció Joaquín, apareció Canales y apareció Borja Iglesias para anotar el tanto del empate en el minuto 92. El Betis, de la mano de Manuel Pellegrini, volverá a una final 17 años después. Casi nada.
Betis y Valencia disputarán en el estadio de La Cartuja el próximo 23 de abril una final inédita de Copa del Rey. En la historia de la competición, verdiblancos y chés nunca se han medido en el encuentro definitivo, un motivo más para disfrutar dentro de mes y medio del partido más bonito del año en el panorama nacional. Para los andaluces será su quinta final, tras las disputadas en 1931, 1977, 1997 y 2005. Ganó la de la década de los setenta y la de hace 17 años, ambas en el Vicente Calderón. La primera al Athletic en una tanda de penaltis épica (8-7) tras el 2-2 durante los 120 minutos reglamentarios. La segunda a Osasuna (2-1), y aunque ya han pasado 17 años de aquel título copero, aún hay un integrante de la plantilla que puede repetir gesta. En el año de su despedida, Joaquín puede retirarse a lo grande levantando al cielo de Sevilla la tercera Copa de la historia del club.
En un Benito Villamarín desatado y a reventar, el Betis selló su pase a la final con una previa a la altura de la ocasión, algo que no sucedió sobre el verde. Unos 5.000 aficionados esperaron al autobús del equipo en los aledaños del estadio para recibirle con honores reales. Clima ideal para sentir que anoche en el estadio verdiblanco jugaban 50.011 contra el Rayo. A eso había que añadirle el resultado de la ida. Ya no valen doble los goles en campo contrario, pero eso no quiere decir que remontar un 1-2 en contra sea sencillo. En el Villamarín esta temporada solo Madrid, Sevilla y Villarreal han salido victoriosos, dato que muestra el poder de un Betis que a 4 de marzo está en la final de la Copa, tercero en la Liga y en octavos de final de la Europa League. El maestro Pellegrini, sentando cátedra, incluso con una de sus versiones más pobres de la temporada.
Nervios
En el deporte siempre es más complicado defender una ganancia que abortar una pérdida. Si, además, no estás acostumbrado a lo primero, el objetivo adquiere mayor dificultad. El Rayo se presentó en el Villamarín con el reto de generar un partido feo en el que el talento ofensivo del Betis pasara desapercibido. Canales y Fekir se asomaban entre líneas buscando grietas en el centro del campo vallecano, pero el equipo de Iraola juntó líneas y buscó el robo en campo propio para aprovechar la velocidad de sus laterales. Fran García fue el jugador más destacado de la franja en unos primeros cuarenta y cinco minutos de pocas ocasiones y cierto miedo. Juanmi, a los cinco minutos, en un remate de cabeza que se topó con la estirada de Luca, fue la única oportunidad en la que los locales pusieron en aprietos al Rayo.
Tras el descanso, y sin cambios en ninguno de los dos equipos, los de Iraola continuaron con el plan inicial, pero asumiendo más riesgos. Penalizar las virtudes del Betis no era argumento suficiente como para igualar la eliminatoria ni, por supuesto, pensar en una victoria por dos goles de diferencia que le diera el acceso a la final. Un disparo dentro del área de Pathe Ciss, y una internada de Fran García que acabó rebotando en el brazo de Guido generaron zozobra en el equipo andaluz y en la grada del Villamarín. El Rayo subió la intensidad y a los jugadores béticos les seguía pesando la responsabilidad de cerrar la semifinal. Ahí encontraron los de Pellegrini el aliento de su hinchada, ayudando en su momento más delicado. No generaba peligro real el Rayo, pero las sensaciones no eran buenas.
Pasado el minuto 25 de la segunda parte, el Betis empezó a respirar gracias al cansancio del Rayo, que ya no presionaba ni mordía como durante los primeros 65 minutos. El partido empezó a romperse, alfombra roja para el talento local. Canales y Fekir por fin pudieron encadenar conducciones y Carvalho probó fortuna desde fuera del área, sin puntería, en un par de ocasiones. La mejor ocasión llegó de la mano del francés, en el 74. Pecó de individualista Fekir, cuyo inocente lanzamiento atajó con calma Luca. Juanmi, solo en el segundo palo para empujar el balón a la red, no se explicaba la decisión de su compañero.
En el 80, el fútbol premió a quién mas lo había merecido hasta ese momento. Justo cuando el Betis amenazaba con un tanto que sentenciara la semifinal, Bebé puso patas arriba el Villamarín con un trallazo desde 30 metros que enmudeció el feudo verdiblanco. Eliminatoria empatada, pero por poco tiempo. Borja Iglesias, de rebote, en el 91, puso el agónico 1-1 que metía en la final al Betis.
/Escrito por Rubén Cañizares para ABC de Sevilla
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