El Villarreal sufrió en la primera parte -y quién no en un partido de Champions en casa de uno de los grandes de Europa- y destrozó a la Juventus en una segunda mitad colosal. En 14 minutos marcó tres goles y tiñó de amarillo el cielo de Europa. Guarden esta fecha porque será una de las que se recuerden ya para toda la historia del submarino. No es ya que el equipo de Emery se clasifique para los cuartos de final de la Champions -por tercera vez en su historia- sino que lo hace despeñando a una Juve que gastó cerca de 100 millones de euros en el mercado de invierno para esta competición. Quizá por eso fuera uno de los clubes que mayor vehemencia defendieron la Superliga. De momento, es el Villarreal el que continúa con paso firme -y da miedo- en la Champions.
No es el Villarreal un equipo que se arrugue ante las estrellas en el pecho de un rival. Los veteranos del uniforme amarillo lo vienen demostrando en el último año y medio por Europa y la propia Juventus lo había experimentado en La Cerámica tres semanas atrás. Pero también sabía a lo que iba a Turín. El empate había dejado al descubierto las cocinas de los dos equipos: el músculo de los italianos y la personalidad de los españoles. El Juventus Stadium añadió el factor emocional que aceleró las pulsaciones de los locales, pero que tampoco alteró el ritmo de los de Emery.
Sobre todo, porque Rulli se hizo gigante bajo los palos. En la primera parte respondió con tres paradones a los remates de Vlahovic y Morata, que no se explicaban cómo sus ocasiones no habían acabado en gol. El delantero español remató de cabeza en el segundo palo un centro mágico de Cuadrado, que repelió el meta argentino con velocidad de reflejos, y de piernas. El delantero serbio lo intentó desde fuera del área antes de estrellar en el travesaño un remate en el primer palo.
Tampoco fue una sorpresa el acoso que sufrieron los centrales para iniciar el juego desde el área de Rulli. Ni siquiera con Vlahovic y Morata sobre Albiol y Pau, y Arthur y Locatelli encimando a Parejo y Capoue, hubo concesiones al pelotazo. De hecho, superada esa primera línea de presión Danjuma o Pino encontraban metros suficientes para correr y desordenar a los defensas. Estupiñán encaraba y superaba a Cuadrado, pero perdía nitidez cerca del área de Szczesny.
También trató de aplicar el mismo plan Emery sobre las aperturas de puerta locales. La Juve tenía menos paciencia y también menos escrúpulos para alejar el balón con menos miramientos de sus dominios. Pero en cuanto bajó la efervescencia del ambiente y el Villarreal se serenó, Rulli de dejó de aparecer con manos salvadoras.
Esa era una buena noticia para el submarino. Y la otra fue la entrada de Gerard Moreno, tras cinco semanas de lesión, en el partido. El delantero catalán puede tener más o menos ritmo, pero sabe qué hay que hacer en el área. Y tuvo oportunidad de demostrarlo nada más pisar el césped. Un penalti de Rugani a Coquelin -con revisión de VAR de por medio- que Gerard ajustó para hacer inútil la estirada de Szczesny.
/Escrito por Fernando Álvarez para Marca
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