Sin Claudio Bravo, que por ahora sigue sin ser inscrito por problema reglamentarios, el equipo del Ingeniero fue ovacionado por las 50.000 personas que llegaron hasta el Benito Villamarín
Ni un punto de desventaja concedió el Betis en su esperado, y a veces temido, primer partido de LaLiga Santander por todo lo que rodeaba a la previa. El conjunto verdiblanco fue incontestablemente superior a un Elche que no desplegó su juego ni con once ni con diez ni con diez cambios en el Benito Villamarín, y encima recibió los goles de Borja Iglesias y Juanmi, por partida doble, siempre bajo la supervisión asistente de Nabil Fekir y William Carvalho, en una demostración ofensiva que supone el primer gran triunfo y el primer gran mensaje a todos los participantes: el de un Betis que tenía diez bajas por distintos motivos y se acuesta esta noche siendo colíder de la competición y teniendo al pichichi del campeonato en sus filas.
Hace unas horas el posible guión de la película pintaba muy diferente.
El Betis es leer los labios de William Carvalho rezando en portugués por el alma de Telechía, al que sólo la muerte pudo dar de baja del censo de hermanos que maneja la única cofradía verdiblanca de la ciudad. Sonaron de nuevo los altos muros, como orgullosos pulmones henchidos por el aire que lleva aspirando durante tres meses toda una afición, para soltarlo todo en un himno que no entiende de situaciones de licencias, lesiones, sanciones y otros graves errores que tiene el fútbol, ese deporte que nunca esquiva la sorpresa. Volvía el Betis como regresaba Aitor Ruibal al lateral diestro de su memoria, intenso, marcando la autoridad ofensiva de los de Pellegrini y haciendo suyo un carril que cada día le sienta mejor.
Llegaba una pelota vertical hacia los pies de Juanmi, que rápidamente encendió la lucidez de Rodri, y el talayuelano se perfiló hacia dentro, poniéndole el cinturón a Bigas y sacando la zurda a pasear con un duro remate al que Edgar Badía le hubiese costado llegar de haber ido a portería, aunque se fuera por poco. La marca Pellegrini se instaló desde el minuto uno en el Benito Villamarín y así fue hasta el final: el balón como promesa cumplida, la superioridad en los duelos como estilo innegociable y la intensidad en todos los lances como si el equipo hubiese salido al campo a jugarse algo al final de liga. Abría entonces Cuadra Fernández un listón bajo de amarillas baratas, que luego son las que más caras salen. Que se lo dijeran a John Chetauya, que empujaba claramente a Aitor Ruibal en una veloz incursión del ahora atacante. El árbitro aplicaba la norma del último hombre y expulsaba al murciano en un lance riguroso. Fekir pedía el balón para chutar y la enviaba a la barrera.
La presión tras pérdida del Betis era un problema constante para los jugadores de Francisco, y el premio de la destrucción en la medular siempre lleva a la aparición de los espacios, del tiempo y sobre todo la posibilidad de llegar más y sobre todo mucho mejor hasta el área contraria. Percutía bien Álex Moreno por su flanco y Borja estiraba a los once con una movilidad que siempre sumaba. Mojica probaba a un Rui Silva inédito con un tiro que fue tan extraño que casi fue el único. Empataba de momento un Elche que perdía claramente el partido de los espacios, más allá de que jugara con uno menos desde tan pronto. Era la hora de las zurdas decisivas, la de Nabil Fekir, que presionaba una y otra vez a un Enzo Roco que prácticamente rogaba más y más que el balón saliera por la línea lateral, pero Fekir le decía algo así como que el genio sólo aparecía trabajando. Le quitó la pelota el galo cuando parecía que ya no quedaba césped para cavar, aguantó los agarrones de su par, se plantó en el área, vio la llegada de Borja Iglesias con la mirilla que sólo tienen los fenómenos… y el resto son 50.622 personas cantando el primer gol de la noche, sólo cuando el gallego apretó la carrera al final coordinado por la lucha de ese Fekir proverbial.
Había tiempo y razones para alargar la renta, cuando Juanmi se animaba a la fiesta promovido por el elegante interés de un William Carvalho que veía lo que nadie imaginaba: el desmarque del malagueño para parar y ponerla en su sitio. Y su sitio es el gol. Pellegrini olvidaba con los brazos en alto y sólo por un momento el complejo momento del club a nivel burocrático y se presentaba ante una verdad irrefutable: su Betis, independientemente de quién defienda el escudo, parecía no haberse marchado de vacaciones. Fidel casi recortaba distancias en Sevilla pero salió a tiempo Pezzella y Aitor para dejar al riotinteño en fuera de juego en esa jugada y siempre. Lucirán los oles arriba por lo espectacular, pero el partido a nivel defensivo fue para enmarcar gracias al esfuerzo de los que no estaban llamados a ser titulares, escenificando un paso adelante en la competitividad del equipo desde el minuto uno. Como anécdota que explica muchas cosas, tuvo que esperar el Villamarín unos 49 minutos de partido para ver un balón mal enviado de William Carvalho. Raro.
Un Betis que remata
Menos al estadio, el Elche llegó tarde a todo. Y el Villamarín apretaba en la segunda mitad con serias razones como un buen cuelgue de Edgar en el que Borja Iglesias, según el VAR, estaba en situación antirreglamentaria para fortuna de los de Francisco, que habían metido segundos antes a Diego González y el gaditano había torpedeado claramente al gallego dentro del área. Recibió un susto el Betis mediante el balón parado con un saque de esquina que soñaba casi con ser olímpico hasta que Pezzella despertó a Pere Milla.
Y volvía Fekir a hacer de las suyas entre la defensa ilicitana, deshilvanando los pocos hilos y rompiendo todas las gargantas del beticismo con otro gesto de destreza sublime, levantando el aplauso del graderío. El mismo que vitoreó a Juanmi cuando el de Coín hizo la tercera diana de la noche, fabricada desde el robo de los centrales, hasta el pase de Fekir a Borja Iglesias, y al rechace llegaba un Juanmi sonriente que sellaba la felicidad total. Ya era todo un clamor y el Elche intentaba sacar la cabeza de una ola eterna llamada Betis. Trajo la marea con su zurda Álex Moreno, que pudo provocar el siguiente. Y Pellegrini protegía cualquier posible consecuencia de la primera amarilla de Fekir sacando al galo y premiándolo con una ovación mundial para un jugador de categoría mundial. Entraba Rober y otros jugadores para seguir con el espectáculo. Y volvía a entonarse el uy en el Villamarín tras un gran remate de Juanmi en claro fuera de juego. La mejor imagen de la acción es la de su entrenador pidiéndole dos centímetros menos a su delantero para no caer en la trampa defensiva: exigencia total pese a lo que diga el resultado o la portería a cero. O la del abrazo de Borja Iglesias y Juanmi que no se entendieron porque ellos sólo comprenden de redes rivales. O el remate postrero de Paul primero, y Juanmi después, que tuvo en su diestra el triplete. Porque este Betis quiere más siempre. Y esa es la gran verdad con la que parte su camino en LaLiga Santander, con la misma certeza que levantó la Copa del Rey pero con una situación muy diferente que nadie ignora: es imposible conseguir más teniendo menos.
/Escrito por Ignacio Liaño Bernal para ABC de Sevilla
Facebook
Twitter
Instagram
YouTube
RSS