El Merengue se impone con autoridad y algo de sufrimiento final ante un Barça que cada vez deja más dudas. Benzema abre el camino, rompiendo su sequía antes de recibir el Balón de Oro
El Real Madrid conquistó el Clásico en su estadio para regresar al liderato, marcar diferencia respecto al Barça y taponar, aunque sea ligeramente, la herida del 0-4 del pasado año. Gobernó desde el centro del campo, donde unos imponentes Kroos, Modric y Valverde impusieron jerarquía y piernas, y apenas sufrió ante su ilustre rival. Marcó Benzema como prólogo a su Balón de Oro, aumentó Valverde, pudo golear el equipo blanco pero un eléctrico Ansu Fati permitió soñar al Barça. Justo hasta que Rodrygo, inevitable en partidos grandes, liquidó el partido. Manda el Madrid.
Quedó clara la superioridad blanca desde el primer tiempo. Sin brindar un gran juego, el Real Madrid conquistó una renta holgada. Pasó lo que tenía que pasar, que las posiciones que más dudas ofrecían en el Barça ofrecieron los resquicios para abrir brecha en un choque igualado. Xavi colocó a Sergi Roberto en el lateral derecho, manteniendo a Balde en su posición natural, invitando a Vinicius a buscar el desborde una y otra vez. Avisó a los ocho minutos con una colada de Mendy. Cuatro después, Kroos abrió un boquete en el sector izquierdo tras zafarse de Busquets, sirvió en profundidad para Vini, Ter Stegen taponó el mano a mano y Benzema ejecutó con limpieza. A la papelera la racha del francés sin marcar y la de Ter Stegen sin encajar. En Liga, claro.
Porque el Barça recordó más a su versión Champions en El Clásico. Correcto, pero vulnerable. Se esperaba a De Jong en el once, y Xavi decidió darle entrada por Gavi. Ganó salida con balón y perdió agresividad, factor que benefició a los centrocampistas blancos. Kroos disfrutó en el eje y Modric acompañó en ataque, pero quien más intervino fue Fede Valverde, desde esa posción de falso extremo derecho que le dispara en todas direcciones. Porque, fiel a su palabra, Ancelotti se dejó de inventos y calcó el once de Saint-Denis con la única variación, obligada, de Tchouaméni por Casemiro, y el Madrid fue una roca. Concedió poco, y sacó un rendimiento extraordinario a las dudas azulgranas.
Con todo, Lewandowski tuvo la opción de igualar el duelo. El polaco, por quien suspiró mucho tiempo el club blanco, llegó al centro cruzado de Raphinha que fabricó Pedri en el balcón del área, pero envió arriba un remate claro, una ocasión clamorosa. Fue en mitad de la mejor fase azulgrana, cuando el medio canario brilló más. El Madrid esperaba su ocasión. La aprovechó, por supuesto.
Quienes afirman que el Madrid tiene poco fútbol pueden revisar el segundo gol blanco. Favorecido, es verdad, por un despeje defectuoso de Eric García, pero de construcción impecable. Desde el centro del campo, buscando la diagonal al sector débil para que se asociaran Vinicius y Mendy, que sirvió un caramelo a la segunda línea para que Fede Valverde ejecutara con rabia.
No reaccionó el Barça tras el descanso, sin ningún cambio. De hecho, se agrandó más la brecha de juego, con Modric especialmente inspirado casi como enganche. El croata explotó una jugada en el centro del campo para Vinicius que dobló con Benzema. El francés eludió defensores y mandó la pelota a la base del poste, pero arrancó en fuera de juego. Se intuyó la goleada, superando los blancos en casi todos los sectores a su rival. Xavi cortó la sangría con un triple cambio que, al menos, restableció la energía del equipo.
La pelota fue azulgrana desde entonces, pero la respuesta blanca fue notable, en bloque. Vinicius acudió a las ayudas con Mendy, enorme en su sector. Y Kroos, en un día menos atinado de Tchouaméni, se agigantó en una actuación monumental, con y sin balón. Extraordinario. El caso es que al Madrid, que esperaba rematar a la contra, le falta ese instinto para rematar a su rival cuando lo tiene en la lona. Entró Ansu Fati y el Barcelona cambió la cara. Avisó aprovechando una pérdida de Tchouaméni con un remate seco, cerca del palo. Cinco minutos después, arrancó explosivo por la derecha, sirvió al área chica, no acertó a rematar Lewandowski y remachó Ferran Torres. Había partido.
Ancelotti hizo cambios, los esperados. Entre ellos, por supuesto, Rodrygo, que siempre participa de la fiesta. Con el susto madridista en el cuerpo, una arrancada de Fede Valverde desembocó en el costado de Goes, que citó a Eric García y el central picó. Pisotón y penalti, transformado por el propio Rodrygo, duro, a un lado, doblando las manos de Ter Stegen y la resistencia del Barça. De momento, las palancas no sirven para volcar al campeón.
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