Quien da lo que tiene no está obligado a más y nadie podrá poner en duda que el Betis dio hasta su última gota de esfuerzo ante un Barça que se vislumbra intratable. Los cincuenta puntos que luce el Barça en una sola vuelta así lo hacen prever. Y hasta superó el fielato de la hora de juego hablándole de tú a su rival. Y su rival era el omnímodo Barça, que además gozó del cariñete del encargado de repartir imparcialidades sin lograrlo.
Fue un hermoso partido de fútbol que duró hasta el gol de Raphinha y que volvió a vibrar tras el autogol de Koundé. En los dos periodos de paridad, el Betis demostró que ha vuelto a la buena línea. Miró al Barça cara a cara y sólo una distracción con la connivencia arbitral permitiendo que una falta se botase a muchos metros de donde se había producido iba a desnivelar el pleito. Por ejemplo, todo el primer tiempo fue un recital de fútbol de verdad entre dos que saben a qué juegan.
Ayer pudo contar Pellegrini con su once de gala y a nadie pudo defraudar por fútbol y competitividad lo que el Betis cuajó en la fría noche heliopolitana. Y para que el sentido competitivo no se resquebrajara hay que destacar cómo Rui Silva acertó inspiradísimo en dos lances ante Pedri, uno en cada tiempo y fueron un mano a mano y un paradón de mano dura también ante el canario. Pero esa distracción y, queremos creer, también arbitral iba a arruinarle la noche al Betis.
Con el gol de Lewandowski parecía que todo se había consumado y que para qué jugar más. Pero el autogol de Koundé le devolvía al Betis las ganas de arreglar las cosas y hasta acarició el empate. Ganó el que lleva ganando más de quince años en este estadio, pero esta noche ha deparado dos buenas noticias. Una es que el Betis se ha reencontrado con su fútbol; la otra es que el Barça ya no vuelve a Heliópolis. Y lo dicho al principio, que el que da lo que tiene no está obligado a más.
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