Sorpresa gigante: la Gloria, en un final caliente y polémico, superó al Xeneize. Silbidos para el equipo del Negro Ibarra.
No va más. Se acabó. La paciencia de los hinchas de Boca llegó a su fin. La derrota contra Instituto, que pudo ser catastrófica, es un golpe al mentón que dejará sus secuelas. Se terminaron los cantitos para Benedetto, los aplausos para Villa, el reconocimiento para Pol. El “dale Boca que no ha pasado nada”. Porque anoche en la Bombonera pasó de todo. Porque volvieron los murmullos, los silbidos, los insultos. Porque Boca mostró, otra vez, como ante Banfield, su peor versión en el campeonato. Porque no se puede jugar así, ni seguir así. Porque Ibarra, otro de los grandes responsables de este momento de Boca del que nadie está a salvo, quiso hacer la revolución con dos palitos de helado. Cambió para no cambiar. Y si bien hizo autocrítica, en conferencia les tiró el fardo a los jugadores, como para echar más leña al fuego.
Este domingo volvió el 4-3-3, pero en forma de Equi Fernández y Payero. Más de lo mismo, pero con distintos nombres. Y Boca, que venía de perder contra el último, que debía ganar para empezar a acortar distancia con los de arriba, demostró por qué es, por presupuesto y calidad de jugadores, una de las grandes decepciones del campeonato.
A Instituto le sobró todo lo que a Boca le faltó y que le viene faltando hace tiempo. Compromiso, actitud y orden táctico. Un plan, una idea. Que cada jugador sepa lo que tiene que hacer. ¿Tuvo fortuna? Es probable. Porque sin esos dos goles de arranque (en el primero, la pelota dio en el travesaño y cayó en los pies del uruguayo Varela), posiblemente la historia hubiera sido distinta. Pero si Boca da las ventajas que da, si el mediocampo es una zona de tránsito para cualquiera que desee darse un paso por esa zona, si cada si cada avance es medio gol, si Chiquito no está en su noche y no te salva como otras veces, ya no parece sólo una cuestión de suerte.
“Movete, Xeneize, movete. Movete, dejá de joder…”. En el peor momento de Boca, cuando la Bombonera empezaba a bajarle el martillo al equipo y a algunos referentes, el golazo de Payero le dio vida a Boca cuando la cosa empezaba a ponerse pesada. Pero la ilusión duró poco: al minuto del segundo tiempo ya estaba 1-3. Y demoró más de media hora en esbozar una reacción. Desde el banco, con los cambios (tardíos) del DT. Y en la cancha, con el empuje de Briasco y Merentiel y algunas buenas intenciones de Langoni. Así, de atropellada, llegó el descuento del ex Defensa. Y así, con ganas pero sin ideas, lo buscó Boca hasta el final. Sin mediocampo, con Weigandt de extremo izquierdo, con cuatro delanteros, dependiendo de un cabezazo milagroso o de una mano del VAR, que al final no llegó.
Boca repitió los errores de siempre: le faltaron piernas en el medio, movilidad, explosión, alguien que pare la pelota y piense, que se anime a jugar, que ponga un pase filtrado, una pelota de gol. E Instututo, con paciencia e inteligencia, sacó provecho de cada uno de los errores del Xeneize. Le plantó batalla en el círculo central, no dejó pensar a Equi y desgastó a Boca proponiendo un juego físico y directo en todos los sectores.
Boca sumó su tercer partido sin triunfos y se fue de la Bombonera entre la indiferencia y algunos tibios aplausos de su gente.
/Ole
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