Miami tiene con qué contrarrestar la gran atracción de su clásico, Orlando.
DISNEY WORLD se jacta de ser «el lugar más mágico de la Tierra», tal como reza uno de sus lemas. Enclavado en Orlando, es el complejo vacacional más concurrido y más grande del mundo, con un promedio de 58 millones de visitantes al año.
¿Qué otra atracción podría hacerles sombra a sus increíbles parques temáticos con juegos asombrosos y una atmósfera de felicidad que se respira en cada rincón y devuelve a la niñez hasta al concurrente más longevo? En Miami, a unos 400 kilómetros de ese idílico mundo, encontraron la manera de desviar el foco de atención con algo más que las playas, las palmeras y los centros comerciales.
Un personaje cuyo apellido se escribe con M de Mickey y que hace realidad cualquier fantasía es el anfitrión de ese parque de diversiones en el que sólo 20 mil afortunados pueden disfrutar en carne propia de una vertiginosa y excitante montaña rusa de emociones a lo largo de 90 minutos, o 77 si el responsable decide desconectar un rato antes los circuitos electrizantes del héroe en cuestión.
Lionel Andrés Messi es el gran responsable del nacimiento del Maravilloso Mundo de Inter Miami, enfundado en un uniforme de color rosa que refulge con tonos suaves y reconfortantes. Si Walt Disney conmovió al mundo en 1942 con Bambi, un cervatillo tierno y adorable, Jorge Mas y David Beckham lo hicieron en 2023 con Leo, la cabra con insaciable sed de triunfos y de diversión.
Para todo tiene tiempo este barrilete cósmico versión siglo XXI que llegó para elevar aún más los parámetros utópicos de un paraíso tropical que vive su realidad paralela. En medio de un partido consuela al hijo de DJ Khaled, un afamado productor musical.
También tiene tiempo para firmarle una camiseta recién comprada al tenista Diego Schwartzman, con el que además se pone a charlar.
Por si fuera poco, hace famoso a un ignoto delantero finlandés llamado Robert Taylor, que jamás despertará de este sueño que ni siquiera imaginó en su nórdica niñez.
Y como broche de oro, deja a sus propios retoños jugando a la pelota en el mismo césped en el que minutos antes volvió a maravillar al planeta por enésima vez.
El Messías llegó a Estados Unidos para marcar en la MLS un antes y un después. Porque después de él, ¿qué más puede haber? Debe haber sido esa la pregunta que se hicieron los que de a cientos se retiraron del estadio cuando el mago guardó la varita 13 minutos antes de que se bajara el telón del show.
Los fuegos artificiales al estilo Magic Kindom se lanzaron sincronizados apenas el Rey Leo marcó, con su pierna menos hábil, cada gol de su primera cita gloriosa como titular, y también en el que el tal Taylor hizo después de recibir la asistencia divina.
Damas y caballeros, bienvenidos a Messiland: el nuevo reino de la felicidad donde los sueños se hacen realidad y adquieren forma de balón de soccer… perdón, de fútbol.
/ElGrafico
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