Tres goles de cabeza, dos de Morata y uno de Griezmann, dan la victoria a un Atlético superior frente a un Madrid decepcionante, que empieza sin delantero y acaba roto
Regresó el Atlético Aviación, el equipo que domina los cielos para aniquilar a sus rivales con ataques precisos, demoledores, desde las alturas. Volvió para poner en pie al Metropolitano, que acabó coreando con olés las últimas posesiones rojiblancos, haciendo daño al eterno rival en el derbi, con ese colmillo del aspirante al título.
Es el valor de su triunfo incontestable ante un Real Madrid pésimo, especialmente en los inicios de ambos tiempos. Perdió su primer partido, entregó el liderato y dio síntomas preocupantes, de blandura en defensa y sin argumentos en ataque.
No hubo sorpresa y el Madrid volvió a recibir un gol antes del minuto cinco. Se superó en el derbi, con el 2-0 antes del minuto 20. Toda la planificación semanal, todo el planteamiento previo y las precauciones para gobernar el centro del campo se fueron a la papelera con dos acciones sencillas, previstas, dos centros laterales pésimamente defendidos, en el origen y en la finalización. Primero centró Lino, sin apenas oposición, desde la derecha, cerrado, midió mal Alaba y Morata cabeceó con seguridad. En el segundo, Lino esperó a que le doblase Saúl, nadie persiguió al volante que metió una pelota excelente y Griezmann, desatendido por los centrales, cabeceó a la red.
El 2-0 consagró el plan de Simeone, que se replegó y salió con velocidad por los costados durante ese inicio arrollador. Los tres centrales controlaban el ataque estático blanco, demasiado horizontal. El Madrid tenía la pelota, pero no la claridad, y tanto Nahuel como Llorente hurgaron por el costado de Fran García, tierno y de nuevo desasistido. En el segundo centro atrás Kepa evitó el tercero y, probablemente, cambió el destino del partido.
Hasta esa media hora, ganaba el equipo que tenía delanteros. Porque Ancelotti dejó fuera a Joselu mientras el Atlético tenía dos referencias claras. Sacrificadas y trabajadoras, pero referencias. Griezmann y Morata. En cambio, Rodrygo no encontró un resquicio salvo en los errores de entrega en la circulación rojiblanca. Muy frecuentes, especialmente de Hermoso primero y Nahuel después. El caso es que entre esos regalos, la corrección de Camavinga al costado izquierdo para proteger a Fran García y el inevitable paso atrás rojiblanco, el Madrid entró en el partido. Avisaron Valverde y Modric tras dos córners, y en la primera jugada trenzada, por esa banda derecha, Valverde metió un centro tenso, Kroos recogió el rechace en la frontal, quebró a Llorente y rompió el remate junto al palo. 2-1. Dudó el Atlético, se metió atrás, y el Madrid creció hasta acariciar el empate. Lo anotó Camavinga, pero lo anuló Alberola por fuera de juego de Rüdiger en el centro previo.
Parecía que iba a cambiar el plan entero en el descanso Ancelotti, poniendo a calentar a Tchouaméni, Mendy y Joselu. Sólo entró el ariete. Por Modric. Relevo conflictivo. Koke no aguantó más y entró Witsel. En otro arranque espantoso, el Madrid se desentendió en cobertura, Saúl cayó en banda izquierda, Lucas no encimó, sirvó una banana al segundo palo y Morata, en escorzo hacia atrás, cabeceó a la red. Alarmante la falta de rigor defensivo blanco.
El 3-1 desató a Griezmann, que apareció para dar salida al equipo colchonero. Estuvo grogui un buen rato el Madrid, incluso con el triple cambio blanco. Pero no hizo ocasión el Atlético, y con algo de juego vertical sí pudo apretar el partido el Madrid. Especialmente en un balón que bajó Joselu, voleó desde cerca Rodrygo, taponó Giménez y Tchouaméni voleó, desde lejos, muy cerca del poste. Reaccionó Simeone, que metió primero a Azpilicueta para vigilar a Rodrygo en banda. Se agigantó Giménez, al mando de las operaciones defensivas, contagiando intensidad al equipo y a todo el estadio. Ancelotti retiró a Kroos, que daba sentido al juego, para jugársela con la verticalidad de Brahim, que entró enchufado y forzó un par de internadas excelentes, taponadas por Oblak. No hubo mucho más por parte blanca, y la parroquia atlética disfrutó del tramo final a conciencia. Botando, cantando, coreando con olés la gestión de los últimos minutos por parte de su equipo. Hasta Memphis pudo poner el cuarto. No hubo más. El derbi lanzó al Atlético como candidato a todo y menguó el crédito del Madrid. A ver cómo reacciona.
/Marca
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