Con los dos chilenos como figuras, Las Águilas se impusieron en tiempo extra a Tigres por 3-0
Diego Valdés e Igor Lichnovsky unen su nombre al de Iván Zamorano, Fabián Estay, Reinaldo Navia, Carlos Reinoso, Osvalo «Pata» Bendita Castro, entre otros chilenos que fueron campeones con la camiseta del club más popular del fútbol azteca
El América se regodea, presume y vuela. El conjunto americanista conquistó la Liga MX, su título número 14 que le afianza como el más ganador de México, un país que tiene por cada temporada a dos campeones. Lo hizo frente a un equipo de época, los Tigres, que querían poner sus garras sobre la mesa y decir que son los nuevos grandes del país. Expertos en robar alegrías ajenas, los felinos no pudieron contra el rival más mediático y repudiado del país (4-1, marcador global). Así que el sueño de ser grande se esfumó. Las águilas volvieron a su trono.
El fútbol mexicano tuvo, por fin, una final que respetó por justicia la constancia y los méritos deportivos. Se enfrentó el mejor del torneo regular, el América, contra el vigente campeón, el conjunto de los Tigres. El doble juego tuvo un festival de buenos sustos, atajadas dignas de cualquier highlight de lo mejor del año y roces. En el equipo felino jugaban tres exjugadores americanistas formados en Coapa: Diego Reyes, Diego Lainez y Sebastián Córdova, el último 10 mexicano del club y un incomprendido. De ellos, poco hubo en la final de ida. El ídolo de la mitad de Nuevo León, André-Pierre Gignac, que sufrió toda la liguilla por lesiones y poco pudo hacer salvo un remate acróbatico sin gol.
Los Tigres, un equipo financiado por la cementera Cemex, había ganado seis ligas desde el arranque de la segunda década de los 2000. Su último título lo alcanzaron en mayo pasado cuando trituraron la felicidad de las Chivas de Guadalajara. Una dinastía absoluta para un equipo que aún tiene como líderes espirituales a Gignac, el guardameta Nahuel Guzmán y Guido Pizarro. Lucía como el mayor manjar: ganar en las dos finales a los dos grandes de México. Pero el América no es el Guadalajara. Las águilas defendieron el nido hasta buscar las grietas. La primera fue la expulsión de Fulgencio de Tigres tras un manotazo a Julián Quiñones. Todo se fue a la prórroga.
El campo del Azteca tardó poco en el tiempo extra para el delirio. Julián Quiñones aprovechó una serie de errores defensivos de Reyes y compañía para hacer el gol, el sufrido gol. En la lona, el meta Guzmán perdió la cabeza al ganarse una segunda tarjeta amarilla. El portero argentino perdió la razón en ese momento al gritarle de todo a los árbitros. Le pidieron abandonar la cancha y prefirió ver el juego detrás de la valla publicitaria. Entre el jaloneo con el personal de seguridad escuchó a lo lejos el segundo tanto de la noche de Richard Sánchez. Jonathan Rodríguez liquidó todo con una tercera anotación que desató el jolgorio. Frustración para los de Nuevo León con nueve futbolistas en el césped, gloria para los americanistas.
Fue también la despedida de Miguel Layún, un defensor de medio rango que tuvo que ser resiliente ante sus propias limitaciones y errores para hacerse de un lugar en el América, emigrar a Europa y ser, por algunos años, rostro de la selección mexicana. Con 35 años será ahora el capataz de la versión latinoamericana de la Kings League. Antes de dar ese paso, levantó una vez más la copa.
La épica azulcrema llega tras los procesos cortados y súbitos de Santiago Solari y Fernando Ortiz, quienes solo rozaban la final. En el primer torneo del entrenador brasileño André Jardine, el América se cubrió en gloria ante los ojos de su patrón, Emilio Azcárraga. Las 14 copas americanistas agrandan el legado del equipo mimado por su propia televisora y que en el campo demuestran su señorío. A lo largo de México resonará un viejo eslogan que resume su identidad: “Ódiame más” porque nadie, por el momento, puede negar que son los mejores.
/Escrito por Diego Mancera para El País de México
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