El chileno entró a los 88´por Lautaro Martínez. El cuadro lombardo ganó en la ida, pero todo se resolverá en la revancha en España
Se había empeñado Arnautovic en fallar las que tuviera, increíble la que echó alta a un par de metros de Oblak, pero el Atlético terminó saliéndose con la suya en el absurdo afán por que el austriaco viera puerta. Acababa de retirarse Griezmann tocado, para colmo de males, y entre Reinildo y De Paul hicieron la de jaimito para dejar a Lautaro mano a mano con Oblak. El mozambiqueño iba de cara pero no fue contundente, el argentino molestó viniendo desde atrás… y el uno por el otro, la casa sin barrer. El portero del Atlético completó una gran noche evitando la diana, pero Lino no pudo hacer lo mismo con la continuación a mayor gloria de don Marco, triunfador de la noche.
San Siro volvía a salir cruz para un Atlético que aún lamentó la última, marrada por Morata, sin que el Inter pusiera especial interés en firmar el segundo. Ya le iba bien el resultado de cara a un Metropolitano que deberá ser Calderón para sellar la permanencia continental. En el tramo final, a todo esto, Llorente se desempeñaba como carrilero, porque el fútbol es eso que sucede mientras el bueno de Marcos va cambiando posiciones. Comenzó arriba y pasó por el mediocampo también. Por cierto, la enfermería: el citado Grizi, pero también Giménez. Eso, que sepamos.
El primer tramo del Atlético fue muy serio, y eso que un saque de puerta mal ejecutado por Oblak provocó una ocasión en la que Thuram no acertó a controlar el servicio de Barella. Respondió el equipo del Cholo tratando de hacerse con la pelota, cuestión en la que se movió con cierta irregularidad, a tramos impreciso, a tramos fiable para dar continuidad, y Lino tuvo la primera que en realidad fue la última en un buen rato. Su comba no cogió portería pero sirvió para presentar credenciales. La escuadra italiana se movía al ritmo marcado por su mediocentro, pero el rival no perdía la cara al partido.
Tanto Inzaghi como Simeone se manejaban con tres centrales y buscando profundidad de sus carrileros, aunque en ningún caso renunciaban a reforzar su mediocampo adelantando metros bien Bastoni, bien Hermoso. Echaba de menos el Atlético a Griezmann, que nunca pareció especialmente cómodo, de modo que tampoco se encontraba con Llorente a la espalda de la zaga nerazzurra. Durante un tramo apenas hubo noticias en las áreas, entre otras cosas porque Witsel, sobre todo, y Giménez, también, se encargaban momentáneamente de tapiar la propia.
Pero el último cuarto de hora dejó noticias inquietantes por más que no tuvieran reflejo en el marcador. Lautaro y Thuram. Thuram y Lautaro. Porque el Atlético empezó a llegar tarde a varias acciones, siquiera fuera un ápice, y porque el Inter apenas necesitaba eso para generar peligro: un balón largo trajo consigo una dejada del francés y un disparo del argentino desviado, un flojo balance defensivo permitió un servicio de Barella desde la derecha para que el sudamericano reapareciera, esta vez de cabeza, esta vez topando con Oblak.
Y aquello aún derivó en pérdidas visitantes, especialmente grosera la de Rodrigo de Paul para que el galo se lanzara a la carrera sin que Witsel acertara a cometer la falta que demandaba la jugada y para que Giménez acertara a desviar el disparo postrero que parecía dirigirse a la jaula, otra vez de Martínez. La última antes del descanso, otra vez tras extravío del Atlético, fue por fin de Thuram, que salió lastimado de su propio disparo. La dupla del Inter había estado en todas, afortunadamente sin premio. Otro que no las tenía todas consigo por lo físico era Giménez, revisado y relevado durante el refrigerio. Llueve sobre mojado con el defensa charrúa.
La aparición de Savic movió a Witsel al eje de la zaga y aquello siguió complicándose: primero un error de Hermoso, después una contra maravillosa del Inter a la que no pudo echar el lazo el recién ingresado Arnautovic. Sufría el Atlético cada vez más y Simeone buscó una primera solución con Morata por Saúl, lo que puso fin a la aventura de Llorente en punta. El muchacho se retrasó y pareció mano de santo: Lino tiró una pared con De Paul para aturullarse en el disparo cuando tenía precisamente a Morata solo, en lo que pareció la reaparición visitante.
Lamentablemente, se trataba de un espejismo. Tampoco es que Barrios o Correa aportaran gran cosa, mientras Dumfries, por ejemplo, se sumaba entusiasta a la causa transalpina. Así que el Inter apretó de nuevo hasta que Arnautovic falló una, hasta que Arnautovic marcó por fin. Porca miseria, una vez más. El Metropolitano tiene la palabra.
/Escrito por Alberto Barbero para Marca de España
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