Con un gol de Suárez a los 46′ ST, el equipo de Gallardo volvió al triunfo y tomó impulso para pelear por el título.
En el tiro del final. Cuando parecía que el juego no terminaba de fluir y no era suficiente para quebrar a un sólido bloque defensivo de Independiente, River se llevó tres puntos clave de Avellaneda de la mano del héroe quizás menos esperado: Matías Suárez, ese que las lesiones le permiten jugar menos de lo que su talento dice, estaba en el momento justo y el lugar indicado para definir esa pelota que salió pifiada del botín zurdo de Zuculini y poner un 1-0 que no refleja estrictamente lo sucedido en los 90′, pero que le da a los de Gallardo la posibilidad de soñar con este torneo. Aprovechó la derrota del líder Atlético Tucumán, achicó la diferencia a siete puntos y por qué no..
Claro está que deberá mejorar porque el nivel estuvo lejos de ser el ideal: mostró buenas cosas en el inicio del juego, luego se desinfló y terminó dominando producto del cansancio de los jugadores del Rojo y el ímpetu por intentar ganar. La irregularidad sigue predominando, pero al menos al Muñeco le quedó una buena sensación: su equipo lo buscó hasta el final y se impuso, que no es poca cosa en este flojo campeonato.
Podría haber abierto antes el marcador, aprovechando algunos momentos de un fútbol bastante interesante, sobre todo en el arranque del juego. Barco y Palavecino tuvieron buenas asociaciones y Solari -alternando buenas y malas- no se cansó de ir y desequilibrar por la banda derecha en su debut como titular. River era paciente y claro con la pelota (le costó abastecer al Beltrán), pero la salida por lesión de Enzo Pérez le sacó la precisión en el primer pase y el Rojo empezó a crecer desde lo anímico. Igualó el trámite y hasta superó a su rival, mostrando mucha concentración y llevando el trámite a un lugar más friccionado y peleado.
Fue en el complemento cuando Solari se reenchufó y Gallardo acertó con el ingreso de De la Cruz, quien le aportó más frescura al ataque (a Aliendro le costó). A diferencia del uruguayo, Borja entró y erró muchos más pases de los que concretó: una actuación que se asemeja más a la de Sarmiento que a la de Aldosivi. Pero al tiempo que no padecía atrás como en encuentros anteriores (firme Mammana y correcto Paulo Díaz), arriba le costó quebrar a un rival que resignaba la pelota y cada vez jugaba más cerca de un Milton Álvarez que apagó todos los incendios que pudo. Si lo ganó fue por la insistencia y la fortuna, en partes iguales: tan cierto es que dominó a Independiente como que el tiro de Zuculini iba a ser fácilmente contenido por el arquero si no se desviaba.
Poco importa a la hora de sumar y ver la tabla, con un Atlético Tucumán que lejos está de ser invencible. Mucho importa pensando en el futuro: el triunfo no debería tapar el muy irregular nivel.
/Escrito por Gastón Pestarino para Olé de Buenos Aires
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