Pese a las críticas de la prensa, tras las eliminaciones ante Barcelona y el Osasuna, el Ingenieron confirmó al arquero chileno y su equipo cayó ante Espanyol
El Betis cada vez se aleja más del plan triunfador que instauró la mano sabia de Manuel Pellegrini desde que rompió el año natural de 2021. Aquel equipo vivo, afilado, vertical y rabiosamente ambicioso no termina de comparecer en este curso, como volvió a quedar de manifiesto en su lánguida actuación en un terreno habitualmente propicio, la casa del Espanyol, donde tantos y tantos béticos catalanes acuden cada año.
Junto al Llobregat, el Betis jugó con servicios mínimos en ataque y lo pagó doblando las rodillas. Un minuto después de que Borja Iglesias tuviera el 0-1 en un testarazo que desvió Álvaro Fernández como pudo, los periquitos sí acertaron en una incursión de Oliván resuelta desde cerca por Braithwaite. Corría el minuto 44 de una primera parte en la que el Betis tardó en despertar, pero cuando lo hizo, de nuevo evidenció que echa de menos la ausencia de tanta pieza ofensiva de un peso capital: Nabil Fekir, Juanmi. Y Álex Moreno, por supuesto.
Entre esas ausencias tan principales, la moral tocada por los dos palos seguidos desde el punto de penalti en Supercopa y Copa, y el reciente desgaste de la prórroga ante Osasuna, la atonía marcó el juego verdiblanco. Pellegrini le dio la primera titularidad a Abder después de que debutara el miércoles en la Copa. Y por delante, trató de blindarlo con Andrés Guardado abierto a la banda izquierda, la zona donde empezó a ser alguien en la Liga vistiendo la camiseta del Deportivo. Pezzella relevó al sancionado Luiz Felipe en el eje de la zaga, Ruibal a Sabaly en el lateral derecho y arriba, la esperada vuelta de Borja Iglesias por Willian José.
El Espanyol no es un equipo sobrado de recursos, ni defensivos ni ofensivos, pero tiene un entrenador que sabe rebuscar y rebañar las cualidades de los hombres que tiene a su mando. Y que transmite su energía y determinación a la hierba. Quizás por eso la puesta en escena fue blanquiazul y a los cinco minutos, Cabrera estuvo a punto de hacer el primer gol. Darder, omnipresente en la primera parte, botó un saque de esquina desde la izquierda y el central se adelantó a Édgar para conectar un testarazo que estrelló la pelota en el larguero. Claudio Bravo fue un espectador más. Nada pudo hacer. Suerte para el Betis que la pelota salió repelida y que no fue a parar a ningún espanyolista.
Tardó en soltar amarras el anaranjado Betis. Pero lo hizo en cuanto Sergio Canales, que pululó con libertad para intentar armar los ataques, encontró a William Carvalho mientras Guido mantenía la posición más anclado atrás. El portugués dibujó tres jugadas con ese toque de distinción que atesora. En el minuto 20, habilitó a Luiz Henrique, que le marcó una diagonal hasta el área y remató fuera con su zurda; en el 22, lanzó en largo a Borja, quien de repente se encontró con la pelota y un dos contra dos en el área, pero tras recortar le faltó claridad ante el defensa; y pasada la media hora, el luso sirvió otro gran pase de primeras a Borja, que se fue largo por poco, en una combinación en corto que inició Ruibal, siguió Canales de tacón y prolongó William.
Ahí, en ese chispazo genial, con taconazo y pase al hueco en un visto y no visto, compareció el Betis del año pasado. El Betis que remontó en Cornellá y que deslumbró con esa pared en el borde del área que culminó Borja Iglesias.
Ese Betis no aparece por ningún lado en este curso. O si lo hace, es en ramalazos como el referido. Y eso es poco para las exigencias que él mismo se ha ganado con su poderoso paso. Vale que Fekir, Juanmi y Álex Moreno pesan muchísimo. Pero ya quisiera el Espanyol tener el equipo que esta vez tenía enfrente. Y aun así, limó las diferencias técnicas con ardor y firmeza mental, la que le procura Diego Martínez a todos sus equipos.
No movió ficha Pellegrini para afrontar la segunda parte, que arrancó con una jugada que terminó de encender el graderío y el juego. Puado quebró a Ruibal y penetró desde el costado siniestro hasta el área, el bético perdió la posición y se quedó sin posibilidad alguna de meter la pierna y cortar la carrera, pues el riesgo de penalti era altísimo. Sin embargo, al bracear, el espanyolista tocó la cara de su oponente, que se fue al suelo con astucia. Puado remató, Bravo rechazó y Aleix Vidal marcó, pero González Fuertes consideró que el toque en el rostro de Ruibal era punible.
Al poco, el controvertido árbitro asturiano pitó una falta propicia para Canales en la media luna, al excederse el central Montes en su forcejeo con Borja y enviarlo al suelo. El golpeo de Canales, inocente, fue a las manos de Álvaro Fernández (57’). Un reflejo de este Betis romo de la hora.
A la hora, Pellegrini introdujo a Rodri por Guido –el argentino acusó el desgaste– y desplazó de la banda a Guardado, pero la insistencia del extremeño no se vio acompañada de peligro salvo en un servicio atrás a Canales, cuyo tiro tapó un defensor (77’). Y tampoco Joaquín ni Willian José, que entraron por Guardado y un Luiz Henrique mucho más gris que en Vallecas, solucionaron el bloqueo ofensivo. Todo acabó en frustración para un equipo, el Betis, que olvida su plan ganador.
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