Con goles de Meza, Borja y el seleccionado chileno, el CARP se aferra a las Copas y le mete presión a Vélez
River cargó Masta súper y aceleró. Aceleró a fondo con la lluvia haciendo más dramática la escena y con su gente empujando para que el ansiado desequilibrio por fin llegara.
Aceleró primero para abrir un partido en el que estuvo 68 minutos intentando desenmarañar la punta del ovillo y aceleró después para trasladar al marcador la diferencia de más de 100 millones de dólares entre la cotización de su plantel y el de Barracas y liquidarlo, redondeando veintipico de minutos de fútbol de alto vuelo (y solo ese tiempo porque Fernando Echenique se encargó de limitarlo todo lo que pudo).
Un lapso, el mejor de su triunfo, que tuvo como protagonista excluyente a un Franco Mastantuono recargado que aportó una asistencia a la cabeza de Meza para generar el desahogo y con su participación decisiva en el grito de Borja que definitivamente alivió tanta tensión acumulada.
La joya de River fue el revulsivo que un equipo previsible y predecible pedía a gritos como también pedía a Borja y al Pity Martínez.
Y, aunque acaso con cierta demora, Gallardo entendió que ante un rival que resignó el ataque para defenderse hasta con el utilero le sobraba un defensor (en este caso, Bustos) y le faltaba presencia en el área y mucha más frescura por afuera. Por eso el Colibrí adentro (con Colidio y otros llegando) y el Pity y Mastantuono rompiendo por los costados en un 3-2-3-2 con el que empujó a su oponente hasta casi la línea del área.
Eso fue pura energía para el motor de un River que hasta entonces había desgastado a Barracas como chocado contra su impotencia para vencer a Miño. Porque hasta que lo resolvió, jugó contra el planteo mañoso de su rival, contra la complacencia de un Echenique que permitió que hicieran tiempo en un encuentro con 102 interrupciones y también contra sus dudas.
Porque como el mismo entrenador lo acepta, este es un River en construcción que, después de reaccionar ante la enorme frustración que supuso tener que ver a Atlético Mineiro y Botafogo jugando la final de la Libertadores en el Monumental, ahora intenta hacerle un poco de lío a Vélez y Huracán en una Liga en la que se prendió demasiado tarde.
Una Liga en la que ya sin la mochila de la Copa, enhebró tres triunfos en fila, elevó notablemente su promedio de gol (hizo nueve para ganar los nueve puntos que lo mantienen expectante) y, para satisfacción del Muñeco y principalmente de sus años, por varios pasajes se reconoció en el espejo.
El River de noviembre que sepultó al de ese octubre negro pretende jugar con un estilo que representa bastante más a Gallardo, martilla a los contrarios con paciencia y, ahora así, cuando huele sangre, los manda a la lona. Eso hizo con Barracas, que ya con la expulsión de un irresponsable Demartini perdió los papeles, repitiendo en parte lo que venía de hacer con Instituto y Banfield.
“No sé si nos va a alcanzar”, admitió MG. Pero aunque eso pase, habrá valido la pena el intento de recuperar su fisonomía. Ante Barracas, al menos, no se dio por vencido y arrancó cuando cargó Masta súper.
/Ole
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