Hay partidos que los solventa el bloque, otros el fondo físico, y algunos la calidad de los mejores. Un chispazo extraordinario de Rodrygo Goes mediado el segundo tiempo dio la clasificación al Real Madrid en un partido discreto. Cierto es que un buen Cacereño apenas inquietó a Lunin, pero también lo es que el equipo de Primera hizo lo justito para seguir en competición.
El Madrid despachó un partido flojo. Con una alineación decorosa, más que suficiente para establecer diferencias sobre un equipo cuatro categorías inferior, no fue capaz de imponerse en casi ningún sector del campo. Ni la defensa estuvo cómoda, con Odriozola a disgusto en banda contraria, ni el centro del campo controló el balón o el ritmo, ni el ataque amenazó de veras. Perezoso, dejó pasar los minutos permitiendo la crecida del Cacereño, que puso lo que tocaba: toneladas de ilusión.
El equipo de Julio Cobos se ordenó alrededor de Clausí, su pivote, y buscó la calidad de Manchón y Carmelo para tentar a la suerte. Un remate del último cercano al palo y otro, escorado, del ariete David Grande, bien blocado por Lunin animaron al respetable a arrancarse con el clásico «sí se puede». A cambio, el Madrid entregó un par de arrancadas de Asensio o Rodrygo que ni siquiera desembocaron en las manos de Iván. El meta tan sólo tuvo que emplearse en un remate lejano y cruzado de Ceballos, el más entonado de la medular madridista.
La precaución de Ancelotti en el once no fue correspondida por muchos de sus jugadores, algunos mundialistas. Cierto, el terreno de juego del Príncipe Felipe era terrible, pero no debe explicar la escasísima aparición de Tchouaméni o Hazard en una noche desapacible y con más riesgo que gloria. Lo detectó Ancelotti, que retiró al francés y a Militao en el descanso en busca de más energía con Rüdiger y Valverde. No hubo efecto inmediato. El equipo seguía atascado.
No vayan a creer que el Cacereño buscaba el pelotazo y poco más. No. A pesar del pésimo estado del verde, trató de bajar la pelota, circuló y buscó la sorpresa por el lado opuesto, especialmente con Gomis, que llegó en un par de acciones con veneno. Eso sí, con el paso de los minutos a los locales les costaba replegar con el mismo orden que al principio. Se fue Odriozola, lesionado por falta de ritmo, pero la permuta clave llegó después. Se marchó Hazard, abroncado por retirarse andando -o por el espectáculo ofrecido, vaya usted a saber- para dar entrada a Álvaro, un ariete. El ingreso del canterano llevó a Rodrygo a la izquierda, su sector preferido, ese que tiene Vinicius en propiedad. Pues allí, en el primer balón que le llegó, controló en el pico del área, citó a Aguado y a Clausí, les sorteó con un uno-dos y cruzó con rosca a la red. Golazo. Goes dibujó la celebración de Pelé, aunque el mejor homenaje posible es firmar goles tan extraordinarios.
No se rindió el Cacereño, que buscó en los cambios el aire que le faltaba, aunque es cierto que se quedó sin convencimiento. El Madrid apenas sufrió en los minutos restantes, controlando el juego en el centro del campo. Más allá de una cesión compleja de Vallejo, Lunin apenas tuvo complicaciones en su zona. Con lo justito, el Madrid se plantó en octavos.
/Marca
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