El Xeneize se impuso 4-2 ante Nacional en la definición tras el 2-2 en el tiempo reglamentario. Ahora espera por el ganador de la llave entre Racing y Atlético Nacional. Chiquito Romero detuvo dos disparos y Barco marcó el decisivo.
Si tantas veces Boca jugó para los penales, si tantas veces bebió de ellos para lograr desde los 12 pasos lo que no lograba desde el juego, anoche tenía todo el sabor de una condena. El destino, y Chiquito Romero, quisieron que se hiciera justicia.
Pero el equipo de Almirón jamás debió llegar a definir por esa vía un partido que, desde lo conceptual, desde las llegadas de uno y de otro, era para una goleada, sin sufrir y sin resoplar.
Si en el primer tiempo Boca se puso demasiado fácil al frente, y demasiado fácil se entregó al empate, la segunda vez que se puso en ganador, en el inicio del complemento, hizo todo para no repetir el error, y para dejar en claro una superioridad concreta, palpable, tan clara como las noches de verano.
El inicio de la Era Cavani no podía ser más prometedor. Después de una primera aparición del Matador (pared con Barco, centro preciso del Colo y definición ajustada del uruguayo que no pudo tomar bien), vino el gol, desde un centro de Advíncula y un cabezazo mortal de Merentiel.
Lo paradójico fue que, a partir de ahí, el que empezó a dominar fue… Nacional. Zabala rompió líneas desde el medio y aparecieron grietas y espacios por todos lados.
Sin coberturas, sin relevos. Con fallas individuales también (como Fabra), que coronaron el empate de Trezza. Esos desacoples, esa lentitud de Rojo para cerrar a los costados, fue una regla y no una excepción.
Nacional salía cómodo del fondo, en parte porque Varela se posicionaba como tercer central, y el hueco del centro del campo era una invitación para que Nacional transitara sin oposición. Lo tuvo Damiani tras un bochazo frontal que Rojo no pudo resolver; y después Zabala desperdició un mano a mano en un contraataque, a la salida de un córner a favor de Boca que tomó al equipo de Almirón mal parado y rezando. Así de mal pintaban las cosas para Boca.
Un poco porque Nacional no terminó de aprovechar las ventajas tácticas que le dio Boca, otro poco porque potencialmente el ataque del local prometía más, el escenario quedó abierto a que en el entretiempo Almirón corrigiera los errores de diseño de su planteo inicial.
De eso, mucho tuvo que ver la claridad de Barco y su capacidad para desequilibrar. Desde el Colo se explica cómo Boca pudo enderezar la noche: en el mismo arranque del complemento, aceleró en diagonal desde la izquierda al centro, recorrió 25, 30 metros arrastrarndo todo a su paso, abrió para Fabra, el colombiano metió el centro al punto del penal, que Castro no pudo rechazar con firmeza, y Advíncula recibió cómodo para poner el segundo gol.
En adelante, Boca demostró que había aprendido la lección. Tuvo el cuarto antes del tercero y el quinto antes del cuarto, pero se quedó atado a ese gol de diferencia que era nada en relación a lo que Boca generó. Lo tuvo Barco otra vez, después de una gran jugada colectiva, y el mismo Cavani, que erró el gol más fácil de su vida: solito a centímetros del arco la tiró afuera.
Se ve que los nervios del debut también pesan en los fuori clase. Pero el show del despilfarro siguió: Advíncula casi mete su segundo gol después de otro jugadón de Colorado, Medina le acertó al travesaño… Boca siguió errando goles hasta que Zabala armó otro jugadón, abrió para Lozano, su centro al área encontró un manotazo débil de Chiquito, que dejó la pelota jugable para que Ramírez enmudeciera a una Bombonera seteada para la goleada.
Boca siguió errando goles (Pipa, Weigandt), apostando a ganarlo en los 90, porque le sobró personalidad para seguir buscando. Si las luces se posaron con Cavani, las miradas se las llevó todas Valentín Barco y su incansable voluntad para ir al frente.
También Romero y su extraordinario instinto para atajar penales y vestirse de héroe cada vez que hay que sacar papas del fuego. La buena noticia es que Boca tiene juego y cartas para pelear la Libertadores. Cavani le puede dar ese toque de calidad tan necesario, pero el equipo no necesita salvadores. Necesita, eso sí, no sufir de más.
En la definición, Chiquito Romero se hizo inmenso y le contuvo los remates a Juan Ramírez y Daniel Bocanegra, mientras que Exequiel Zeballos, Darío Benedetto, Nicolás Valentini y Valentín Barco anotaron para el conjunto de Jorge Almirón. En tanto, Pol Fernández desvió su remate por encima del travesaño.
/Escrito por Pablo Ramón para Olé
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