Pudo ser una pesadilla. Fue un desahogo. Boca necesitó de los penales para eliminar a Inter. La pasó mal, sufrió, se sintió impotente como nunca, padeció ese 1-0 que recibió en el arranque del segundo tiempo. Pero se clasificó. Y por ahora, es lo que cuenta. La buena noticia no sólo es el pasaje a los cuartos de final, ahí donde lo espera Racing, sino que lo logró a pesar de mostrar la peor cara del ciclo Russo, a pesar de una noche olvidable, a pesar de que jugó, en definitiva, para quedarse afuera. La Copa le dio una revancha. La Séptima sigue viva.
A Boca le pesó el partido desde el arranque. Esos primeros 45 minutos fueron, por lejos, lo peor que se vio en este 2020. El equipo nunca se había mostrado así, tan dominado, tan estático, por momentos tan indefenso. Inter no sólo dispuso de la pelota, sino también tuvo el control mental del juego. Asfixió al local, lo desbordó por derecha y sobre todo por izquierda, no lo dejó jugar, no lo dejó contraatacar, no lo dejó reaccionar. Y además, le avisó que lo iba a lastimar. Thiago Galhardo, justo él, estrelló un remate en el travesaño. A Praxedes se la sacó Andrada y hasta Guilherme tuvo la suya.
Sin embargo, cuando parecía que el descanso le daba a Boca ese aire para mostrar otra cara en el segundo tiempo, el inicio de esa etapa fue el aviso de la pesadilla: mal rechazo de Buffa, jugada de un imparable Patrick (el que había avisado que el favoritismo de Boca no había entrado en el vestuario del Inter), desborde de Moisés y gol en contra de Fabra. Sí, para redondear una noche que pintaba para ser olvidable.
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