El equipo de Guardiola se impuso por 4-0 (y pudieron ser cinco, seis o siete goles de no haber sido por Courtois. Va a la final de la C hampions League con el Inter de Milan
Monólogo. Exhibición. Dominio. Eso es lo que hizo Manchester City ante Real Madrid en el partido de vuelta de semifinales de la UEFA Champions League.
Fue un 4-0 claro, rotundo, contundente que lo mete en la gran final, y que no se puede calificar directamente de paliza porque quien está enfrente es el Merengue, ese equipo que cuando juega por la Orejona, es capaz de obrar milagros.
El doblete de Bernardo Silva fue simplemente la consecuencia lógica del aplastante juego de los Citizens: hilvanando largas jugadas a puro toque de primera, encontrando siempre los espacios en el mediocampo, atacando por los dos laterales y con un Jack Grealish muy inspirado.
El segundo tiempo reveló incluso más esto último. El Merengue sacó a relucir su orgullo, mostró la rebeldía que no tuvo en el primero y, por lo menos, agarró la pelota.
El City cedió la posesión y se paró de contra, con Erling Haaland en su situación ideal: correr a campo abierto.
Sin embargo, el tercer gol –el que prácticamente dejó definida la serie- no llegó por esa vía, sino por un centro frontal que cabeceó hacia el arco Akanji y se desvió en Militao, desorientando a Courtois.
Y para cerrar la goleada, Julián Álvarez, el argentino campeón del mundo, que acababa de ingresar por Haaland recibió un pase en profundidad, se anticipó a la salida de Courtois y mandó la pelota a la red
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