Con un tempranero golazo de Otamendi (que lleva la jineta de capitán por la ausencia de Messi) los campeones del mundo superan a la selección guaraní en Buenos Aires
EL GOLAZO DE OTAMENDI
"Otamendi":
Porque el capitán de la Selección Argentina se clavó un golazo ante Paraguay. pic.twitter.com/jPpjsIaNoW
— ¿Por qué es tendencia? (@porqueTTarg) October 12, 2023
El Monumental es un teatro con público que aplaude. Son aplausos naturales, lógicos y consecuentes con lo que se observa: una obra. Sin estridencias, si la mayor de las estridencias este equipo la dio en Qatar 2022. O sí, con la enorme estridencia de ser un equipo con todas las letras. Y prescindiendo de su Dios durante casi una hora.
Con el dólar a mil mangos, elecciones a la vuelta de la esquina que profundizan una grieta absurda (ahora triangular) y la inflación proyectada a un 140% anual. Con promesas electorales remanidas, yates que te hacen implosionar, podredumbre, advertencia sobre eliminar ministerios esenciales y ciudadanos chinos con 700 mil dólares pegados a sus cuerpos. Con un cóctel que vos, yo y todos mamamos día a día… Ahí, justo ahí, en medio de tanta desesperanza y tristeza en las calles, hay un grupo de argentinos que desde hace poco más de dos años se encargan de brindar alegría y esperanza. De no mentir. De llamar cada cosa por su nombre y de, algo no menor, tener sentido común.
Argentina juega a jugar. Nunca se altera ni pierde la paciencia. Va y vuelve. Sale y entra. Ablanda y perfora. Es ancho, es profundo, es vertical y también horizontal. Descubre, inventa y genera espacios. Respeta. Tiene humildad. Es solidaria. Mantiene el hambre y el deseo de competir luego de haber conseguido la gloria eterna (deportiva).
De Paul, Enzo Fernández, Molina (el mejor socio del silencio), Nicolás González, Julián Alvarez y Lautaro Martínez son pistones que destripan el entramado defensivo que pensó Garnero en su debut (vaya estreno le tocó a aquel distinguido 10 de Independiente). Mac Allister es el termómetro, un volante central del futuro que por suerte es presente: casi no erra pases y eso que arriesga, juega en puntas de pie a una enorme velocidad, hace pausas oportunas y también se embarra. Cuti Romero y Otamendi se mantienen como ese tándem que posiciona al equipo bien adelantado a partir de anticipos quirúrgicos y fiereza constante. Lo individual al servicio de lo colectivo, de un funcionamiento aceitado, de ese «seguir, seguir y seguir» que pregona Scaloni.
La Scaloneta tiene tanta versatilidad que para varios de sus integrantes no hay posiciones fijas: sólo puntos de partida o llegada. Esa versatilidad le permite jugar con Lautaro y Julián juntos como si hubieran nacido en las misma división de Inferiores. Y no modifica la esencia bajo ningún punto de vista.
El gol de entrada, esa volea Zidanesca de Otamendi (con derecha, claro) producto de un corner trabajado, abrió el resultado mucho antes de que Argentina mereciera goler a Paraguay. Esa atajada del Dibu Martínez ante el remate de Ramón Sosa (el picante extremo de Talleres) fue un acto de justicia para tamaña diferencia conceptual, de jerarquía y de momentos. Un acto de justicia y un eslabón más a su cadena de imbatibilidad.
Esa atajada del Dibu para evitar el 1-1 fue con Messi parado a un costado, ya con la camiseta puesta, listo para entrar, reverenciado como se lo tiene merecido. Tantas veces se dijo, se escuchó y casi se balbuceó con aquello de armarle un equipo a Messi que hoy, aquí y ahora, un equipo que tiene a Messi como su tótem puede prescindir de él para someter a un Paraguay que siempre complicó a Argentina en Eliminatorias. El 1-0 es una de las mayores injusticias de los últimos tiempos.
El corner y el tiro libre justamente de Messi en los palos hubieran sido la frutilla de un postre exquisito. Un postre que toda la Argentina debería compartir, hacerlo suyo, saborear y nutrirse de su esencia.
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