Es imposible demostrar más pundonor y amor propio que el Sevilla. Si existe otro equipo con ese carácter y fuerza para resistir, aún no se ha dado a conocer. Porque llevar al mejor equipo de largo en Europa a una prórroga en toda una final era algo impensable. Ni el más optimista hubiese apostado un mísero euro a esta hazaña, que pudo ser completa si En-Nesyri acierta en el mano a mano que tuvo en el 86′ frente a Neuer. Qué ocasión. Hubiera sido un final épico a la pelea entre David y Goliat. Los dos merecidos campeones, pero a una distancia considerable el uno del otro en cuanto a nivel de sus jugadores. O tampoco tanta por lo que se vio en el Puskas Arena. Porque a fe no supera nadie al Sevilla. A goles lo hizo el Bayern y por eso es Supercampeón. Pero con el Sevilla sólo se puede poner uno en pie y agradecerle ese fútbol de no temer a nada ni nadie, por poderoso que sea.
El guion de la final no iba a ser distinto al esperado. Antes del primer minuto, en una posesión larga del equipo alemán, sus dos centrales ya campaban a sus anchas en terreno sevillista. La apisonadora se ponía a funcionar. El Sevilla, bien colocado, se ponía el traje de faena. Y la primera vez que se estiraba el equipo andaluz, llegó el penalti de Alaba sobre Rakitic. Jesús Navas, ese jugador del que sólo salen al área balones de gol, le colocó un centro a De Jong con la izquierda, para que el holandés dejase el balón de cara al 10. Alaba le estorbó con la cadera. Ocampos no quiso fallar su primera pena máxima de la temporada. Mirando al tendido. Máxima clase. El Bayern había comprobado que con el Sevilla no se podía andar con tonterías. Y el Sevilla, por su parte, pronto comprobó que no iban a ganar la posesión y que correr detrás de los velocistas germanos iba a ser la misión principal. Rakitic se encontraba desubicado, como tratando de entender qué debe hacer en el plan de este Sevilla. El equipo y el croata deben trabajar por entenderse.
El guion de la final no iba a ser distinto al esperado. Antes del primer minuto, en una posesión larga del equipo alemán, sus dos centrales ya campaban a sus anchas en terreno sevillista. La apisonadora se ponía a funcionar. El Sevilla, bien colocado, se ponía el traje de faena. Y la primera vez que se estiraba el equipo andaluz, llegó el penalti de Alaba sobre Rakitic. Jesús Navas, ese jugador del que sólo salen al área balones de gol, le colocó un centro a De Jong con la izquierda, para que el holandés dejase el balón de cara al 10. Alaba le estorbó con la cadera. Ocampos no quiso fallar su primera pena máxima de la temporada. Mirando al tendido. Máxima clase. El Bayern había comprobado que con el Sevilla no se podía andar con tonterías. Y el Sevilla, por su parte, pronto comprobó que no iban a ganar la posesión y que correr detrás de los velocistas germanos iba a ser la misión principal. Rakitic se encontraba desubicado, como tratando de entender qué debe hacer en el plan de este Sevilla. El equipo y el croata deben trabajar por entenderse.
En una contra llegaría la primera gran ocasión del Bayern, que desbarató Koundé a los pies de Müller lanzándose a ras de hierba. La siguiente sería para Pavard, que solo dentro del área la tiró fuera tratando de ajustarla al palo largo. Momentos de claro sufrimiento. Y cuando el Sevilla sufre aparece su héroe sin capa. Bono le detuvo un mano a mano a Lewandowski, que trató de picarla por encima. Tres avisos. Ya era demasiado. En un balón frontal entre los centrales y el portero, movimiento que hace con maestría el 9 del Bayern para salir bien parado, llegó el empate. El polaco dejó de cara a Goretzka, que no desperdició el regalo. Otra vez fuerzas igualadas y resoplido de los sevillistas. Tocaba remar y resistir. Ante el Bayern no queda otra. Y esperar que su error seas capaz de penalizarlo sin piedad.
Aguantando el chaparrón
A los 30 segundos de la reanudación tendría una llegada el cuadro hispalense que desbarató Neuer, en un remate entre Süle y De Jong. Comenzaba avisando el Sevilla y tendría pronta respuesta alemana. Otra vez un pase frontal a la espalda de los centrales que Lewandowski alcanzaba e introducía en la portería de Bono tras pared con Müller incluida. EL VAR anuló el gol por fuera de juego. Resoplido fuerte. Lopetegui movía su banquillo tras esta jugada. Y el Bayern seguía a lo suyo. Gnabry puso a prueba los reflejos de Bono, para que Fernando despejase el disparo de Sané tras el rechace. Tocaba volver a sufrir lo indecible. El árbitro también tenía trabajo, con otro gol anulado, ahora a Sané por falta de Lewandowski en el salto anterior. Otro resoplido aún más fuerte.
El duelo entraba en su fase decisiva en los últimos 15 minutos. Los dos técnicos seguían cambiando piezas, más Lopetegui, con el desgaste acumulado de sus jugadores, quienes se mantenían en pie a duras penas. Pasaban los minutos y con algunos jugadores con evidentes problemas musculares, el equipo andaluz aguantaba y espera su oportunidad. Que llegaría. Y la tuvo. En-Nesyri se quedaba mano a mano ante Neuer en un contragolpe capitaneado por Navas. Tiempo para pensar. Todo el del mundo. Pero el meta alemán le adivinó el disparo al lado natural para un zurdo. Ahí estuvo la final.
A la prórroga
Este Sevilla no es sólo capaz de llevar al todopoderoso Bayern a una prórroga, sino que saca fuerzas de donde no las hay para permanecer de pie mientras le quede un soplo de aire en los pulmones. O ni eso. Un lesionado Jordán, que fue sustituido a los pocos minutos, arrancó la prórroga con una jugada personal que pudo terminar en gol. Quien lo tuvo de verdad fue nuevamente En-Nesyri, en una jugada personal que terminó en el poste, cuando ya estaba batido Neuer tras un disparo con la derecha. Qué poquito faltó. Y perdonar al Bayern cuesta caro. En la última jugada del primer tiempo de la prórroga, tras un córner y posterior disparo de Alaba, Javi Martínez cabeceó a la red el despeje de Bono. Se escapaba la Supercopa. Ya no había fuerzas ni para intentarlo en el segundo tiempo. Se peleó hasta el final, como siempre hace el Sevilla, dignificando el fútbol español. Este año volverá a dar mucha guerra en cada competición que dispute. Eso sin dudarlo.
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