El Clásico impulsó al Real Madrid al primer puesto, a falta del partido del Atlético, en un ejercicio puro de supervivencia y casta. Se impuso en el primer tiempo al galope, combatiendo con contras el control azulgrana. Después se abrigó en defensa para disimular el cansancio y acabó con una alineación desconocida, menguada por la expulsión final de Casemiro y recibiendo un larguero en la útima jugada. El Barça pagó su generosidad defensiva y no le alcanzó con las correcciones. La indignación con Gil Manzano por no pitar un penalti a Braithwaite -que no fue- y no prolongar más el partido no debe disimular un partido discreto, lejos del mejor nivel mostrado antes del parón.
Zidane presentó un partido completamente distinto al de Champions y volvió a salirle bien en el primer tiempo. Replegó al equipo, juntó líneas para restar espacios a Pedri, Messi y Dembélé y eliminó la transición: ataque rápido. Al inicio pareció fallido por el dominio del Barça con balón. De hecho, Courtois y sus brazos de goma rebañaron el 0-1 de Dembélé, después de la clásica jugada en banda de Messi y Alba, mil veces repetida sin que nadie encuentre el antídoto.
El Madrid descubrió sus bazas pronto, y lo hizo con brillantez. Valverde entró en el once por Asensio para reforzar un centro del campo necesitado de piernas. En su primera arrancada rebasó líneas, atrajo al lateral, abrió a Lucas y el buen centro del gallego al primer palo encontró a un genio con botas. Benzema dejó correr la bola, metió el tacón y sorprendió a Ter Stegen. Un golazo.
El plan de las contras rápidas para atacar a Mingueza, Araujo y Lenglet, la tripleta de centrales azulgranas, funcionó a la perfección. Vini tuvo verde para correr y el brasileño lo aprovechó, con el depósito de confianza repleto. En una de ellas arrancó desde lejos y buscó la entrada entre Mingueza y Araujo, que cortó el uruguayo con falta y tarjeta. La falta quedó para Kroos que tuvo mucha más suerte que puntería. El lanzamiento iba centrado, tocó en Dest y Alba no pudo sacarla. 2-0.
El severo castigo metió más dudas al Barça. Pedri era el enganche y conectaba bien con los puntas o los carrileros, pero el sistema defensivo blanco volvió a funcionar. Las anticipaciones de Militao y Nacho más las ayudas de los medios permitían robar y salir. En otra estuvo el Madrid a punto de cerrar el partido. Escapó Vini, abrió a Valverde que cruzó al poste y el rebote cayó a Lucas, que remató de primeras. De la nada apareció Ter Stegen para evitar el tanto blanco.
El partido viró en un choque de Busquets con Lucas Vázquez. Fueron ambos sin reservas, pero salió peor parado el madridista, que tuvo que pedir el cambio. Problemón. Inmediato y para Anfield. Entró Odriozola y arrancó como tercer central, con Valverde en banda. El Barça acosó hasta el descanso, pero no tuvo suerte. Messi había aparecido poco en el remate, pero los cracks necesitan poco para sobresalir. Un córner, concretamente. Es una temeridad buscar el gol olímpico con Courtois bajo palos. Pues lo hizo. Le superó por arriba y estrelló la pelota en el poste.
Koeman cambió el partido tras el descanso. Archivó los carrileros y metió a Griezmann para defender con cuatro. El Barça se reconoció a sí mismo. Circuló con más sentido y, sobre todo, encontró un filón en la banda izquierda, la de siempre. Nacho taponó un remate de Messi y Griezmann no atinó a rematar un servicio excelente de De Jong en profundidad. Eso sí, se abrió una pradera inmensa a la espalda azulgrana para la contra. Odriozola falló en el pase de gol a Benzema, solo para remachar, y fue el prólogo del gol azulgrana. Messi activó el ataque para Alba, que metió el centro, Griezmann dejó pasar y Mingueza apareció para rematar por sorpresa. Y con la espinilla.
Al margen de la fortuna en la factura del tanto, lo mereció el Barça de largo y abrió un escenario bien distinto. Al Madrid le pesó el duelo, y más con un terreno pesado por un aguacero imponente. Zidane sorprendió relevando a Valverde por Asensio. No cambió el dibujo, y eso facilitó el intercambio de golpes. Araujo desvió contra el palo un centro de Vini, muy cansado, y el brasileño desvió un centro de Asensio que iba para la cabeza de Benzema. También Courtois sacó un centro envenenado de Alba, y Mingueza disfrutó de un mano a mano que se fue cruzado. Demasiado cansancio y demasiado riesgo.
El triple cambio de Zidane sí cambió la dinámica. Refrescaron al Madrid, que volvió a presionar arriba. Koeman tardó en responder y lo hizo metiendo delanteros: Trincao y Braithwaite. Los culés entraron en combustión tras una pugna que perdió Odriozola, Alba falló al cruzar el remate y Mendy erró al cubrir la bola, tocando a Braithwaite. Muy poco para pitar penalti, pero un argumento perfecto para tapar otros defectos.
El Madrid se resignó a un ejercicio de supervivencia final. Defendió como pudo, con un once irreconocible, plagado de jugadores poco habituales. Casemiro vio dos tarjetas amarillas en un minuto y acabó encerrado en su parcela. El último balón fue épico, con Messi colgando al área donde estaba Ter Stegen. El balón cayó a Ilaix, que voleó al larguero, espectacular. El rebote cayó a Alba, que disparó alto. No prolongó más Gil Manzano, que salió abroncado por Koeman y Piqué. Allí acabó un Clásico agónico que deja al Madrid como líder, a expensas de lo que haga el Atlético. Sobresaliente en carácter.
/escrito por José María Rodríguez para Marca de España
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