No hubo nada resaltable hasta que solo faltaban cinco minutos para el descanso. Un disparo de Messi lejano, quizás. Un centro raro y largo de Dembéle, también. La precisión de los controles y los pases resultaba hiriente. Lo intentaba Pedri y lo intentaba Dest. Poco más. También Griezzmann, de lo más destacado de los blaugrana, pero por su aportación defensiva. Con eso está todo dicho. Hasta que al Barça le cogieron las prisas y empezó a hilvanar alguna jugada buscando la sorpresa. Una de ellas, cómo no, comandada por Messi, acabó a pies de Alba en la esquina del área, que se la devolvió. Un leve toque de Leo lo aprovechó Antoine para abrir el marcador. Lo más difícil parecía hacerse realidad.
Pero el Atlhletic, en la siguiente jugada, sin tiempo para que el equipo de Koeman revisara el marcador, empató: centró de Iñaki Williams y De Marcos, que le robó la cartera a quien parecía imposible que alguien lo obrara, Jordi Alba, definió de primeras ante Ter Stegen. Y vuelta a empezar. Por lo menos, los cinco últimos minutos fueron buenos, dignos de una final.
Koeman sacó del campo a Dest para poner a Mingueza y el Barça se fue hacia arriba, presionando con algo más de intención, con ganas de quedarse el balón, que era algo que no había mostrado hasta el momento. Messi fue derribado en la frontal y lo intentó de falta, Dembélé caracoleaba por la derecha y Griezmann llegó mal por la izquierda, pero el equipo llegaba, al fin y al cabo. Algo parecía haber cambiado. De momento solo lo parecía y de sensaciones no viven los marcadores.
Y así fue porque el Athletic volvió a golpear. Una falta de Mingueza sobre Munian sirvió para que Raúl García cabeceara en el área a la red. Todo lo construido por el equipo las últimas semanas había sido un castillo de naipes que empezó a volar de un soplido. Afortunadamente, el VAR lo anuló por fuera de juego y dio una segunda oportunidad al Barça. Como Williams, que recibió solo en el área un rechace de Araujo y la envió a las nubes.
El encuentro parecía condenado a vivir una prórroga cuando apareció con la moto Alba para recibir en profundidad de Dembélé. Griezmann aprovechó el centro del lateral para batir por segunda vez a Unai Simón. A partir de ahí, el Athletic buscó lanzarse a por el empate, pero el Barça frenó su ímpetu con contras peligrosas y quedándose el balón. Hasta que Villalibre remató con violencia una falta lateral. «Hemos venido a esta vida a sufrir», parecía decir el Barça. Y tocaba prórroga.
La piña que hizo el Athletic antes del tiempo extra dio fuerza y minimizó a los vascos, que se adelantaron con un golazo desde fuera del área de Williams. Golpe duro para los blaugrana. Koeman ordenó entrar a Riqui Puig, que entró por Busquets, y el equipo apretó los dientes y se fue a la guerra. Ya no había nada que perder. En la segunda mitad de la prórroga intensificó el asedio. Llegaba Braithwaite por la izquierda, Riqui Puig repartía balones y Griezmann empalmó al cielo. Nada qué hacer. Sobre todo cuando el VAR avisó a Gil Manzano de que debía expulsar a Messi. Roja directa. Adiós Supercopa.
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