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Atlético de Madrid cayó ante el Bilbao y se esfuman sus posibilidades de ganar la Liga

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Partido bochornoso y derrota de última hora con gol de Iñigo

Tenés todo, tenés nada». Hace años que lo viene diciendo Simeone. Después de ganar en Cádiz el último día de enero, el Atlético se manejaba con diez puntos de ventaja al frente de la clasificación. Pero llegó febrerillo y efectivamente fue loco. Desde entonces, en barrena. Savic había empatado en San Mamés faltando cuarto de hora, y el que más y el que menos esperaba un arreón definitivo del equipo del Cholo, pero como suele suceder con esta gente sucedió justo lo contrario: ni una sola ocasión… y un cabezazo impresionante de Iñigo Martínez para poner patas arriba el campeonato. Si el Barça gana el partido que le falta, será líder. Así se escribe la historia.

Porque la Liga no aparece preguntando por ti. Tienes que ir a buscarla. Desearla. O por lo menos que lo parezca. En el caso del Atlético, ni eso. Lo de este equipo en ese sentido es bochornoso. Sin carácter, sin jerarquía, sin prácticamente nada. Dos victorias relativamente sencillas en casa convencieron al que quería convencerse, pero ambas iban con paréntesis, la del Eibar hasta el primer gol, la del Huesca desde el primer gol, de manera que la determinación de un Athletic sin Raúl García, sin Muniain o sin Williams fue suficiente para pintar por fin la cara del candidato.

Es fácil echar el primer gol local sobre la espalda de Lodi, una ruina atrás, efectivamente, pero tampoco estaría de más atender a las prestaciones defensivas de Carrasco en auxilio de su compañero, que fueron directamente inexistentes. El belga es de ésos a los que se aplaude en cuanto aparece en el escenario, ni necesidad tiene de exhibir virtud alguna. Extravió una pelota el brasileño, en fin, y salieron a la contra Berenguer y Capa contra prácticamente nadie. Para uno que apareció, Felipe, otro que tal, su acción fue a facilitar incluso la diana del primero, desviado el servicio del segundo justo a la cabeza del goleador. Picada y cruzada: incontestable.

La inmediata y casi única respuesta del hasta entonces líder fue la tarjeta que se ganó Llorente. Por lo demás, el vacío. Ni profundidad por bandas, ni manija en mediocampo (el ritmo cansino de Herrera se sostiene según contra quién, el fracaso de Koke se acentúa una vez tiene al lado el escudero que se andaba reclamando) ni presencia arriba. Correa hizo el giro de las últimas semanas, pero esta vez para disparar hacia la esquina más que hacia la portería, en la única acción que puede merecer, rozar si acaso, la consideración de oportunidad. Simeone había tirado con los de las últimas semanas, pero San Mamés exhibía que, tal y como se podía sospechar, dan para lo que dan.

La tuvo Villalibre aún, en otra de ésas que hubiera defendido usted mejor que ellos. La tuvo también Sancet, que esta vez justificó de sobra su presencia en el once. Anduvo cerca el 2-0, más que el 1-1, durante un primer acto que apenas dejó para la tropa de Marcelino una mala noticia: la de la rodilla de Capa, que salió malparada de un salto a última hora. Llegó antes el descanso que la sustitución, lo que por otra parte resultó curioso. Porque estaba preparado De Marcos, porque después apareció Lekue. El Athletic había firmado 45 minutos de los viejos tiempos, por resumir, más por la calidad de los que estaban que por la cantidad de los que hubieran podido estar.

El segundo acto registró un cambio de tendencia en lo que al juego respecta, faltaría más, pero como no lo había en el marcador Simeone tiró relativamente pronto de los recuperados. De Joao Félix. De Luis Suárez. De Lemar. Escrito así impresiona, pero todos volvían de la enfermería. Hasta el propio técnico debió asustarse, porque enseguida buscó con Torreira algo más de equilibrio. Como si el uruguayo sirviera para eso. Para cuando hizo el quinto, Hermoso por Lodi, habían sucedido dos cosas: que Marcelino también movía sus piezas con criterio, que para el Athletic ya no llovía ni siquiera lo que había llovido antes. Entonces, sin embargo, lo de Savic. Entonces, sin embargo, lo de Iñigo. El líder apenas lo es virtual. Se acabó lo que se daba. O eso es lo que parece.

/Marca

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