No es fácil, para quien está acostumbrado a jugar con el aliento de la grada, saltar al césped y enchufarse. De ahí, seguramente, tanta irregularidad. Para todos. Ayer tocaba fiesta porque, desde el primer minuto, el Barça se puso la chaqueta guapa, los pantalones molones y la colonia del sábado, aunque fuera miércoles. “Hoy triunfamos”, se dijeron unos a otros.
Y así llegaron a la pista de baile, con Pedri en modo Travolta, girándose sobre sí mismo e invitando a unirse al resto. De Jong miraba desde la barra hasta que dijo “¡venga, va!”. Leo marcaba el ritmo porque a él le gusta sentirse importante y Braithwaite, que suele ser tímido, sintió el ‘Satuday Night Fever’ en las venas. Y, pese a todo, acabar la noche bien no solo depende de cómo te muevas.
Porque el Barça arrancó conciso, rápido, enérgico, voluntarioso y, sobre todo, anímicamente festivo. La Real Sociedad, el líder, iba haciendo la cobra cómo podía, tratando de no ser presa fácil. Griezmann lo probó dos veces sin suerte y Messi, que se encontró solo en una contra, con sus compañeros saliendo a fumar, no pudo acabar el trabajo.
El golpe llegó casi a la media hora, cuando los donostiarras sirvieron un córner que Portu acabó transformando en una asistencia para Willian José. Fácil, fácil. Y qué difícil saber que lo estás bordando y ver cómo nada sale.
Visita a la barra a recargar fuerzas y ‘palante’ que la noche es larga. Messi caracoleó en el área tantas veces que se hizo invisible. Centró para Griezmann, el francés para Alba y, de derechas, a la red. Pocos goles tan merecidos como ese. Luego Messi y Pedri, qué delicia de futbolista, se la pusieron a Braithwaite, que disparó alto, solo ante Remiro. El danés corrigió su error poniéndosela a De Jong. Sánchez Martínez lo anuló por fuera de juego, cosa rara porque normalmente se deja seguir y es el VAR quién decide. En este caso se anuló preventivamente y fue el VAR quién dijo que era gol. Y así todo. La noche pintaba bien incluso en eso…
Griezmann arrancó la segunda mitad en modo fallón. Un balón desde la izquierda a metro de la línea de gol lo convirtió en un pase a Remiro. Luego volvió a quedarse solo y el meta envió a córner. Las sensaciones, eso sí, eran las mismas: el objetivo era chapar el Camp Nou con los deberes hechos.
La Real Sociedad, consciente de que se le iba el liderato, apretó los dientes. Empezó a merodear el área de Ter Stegen, hasta entonces acurrucado en un rincón sin mediar palabra. Metafóricamente hablando, porque no calló en todo el encuentro, ahora que se escucha todo. Isak, que había entrado hace poco, provocó una de las jugadas del partido.
Pedri, tímido hasta que se deja ir, corrió metros y metros para evitar, golpazo en el poste incluido, el gol del donostiarra, que se quedaba solo ante Ter Stegen. El golpe obligó a Koeman a dar entrada a Pjanic, pero valió la pena. Marc-André, cuyas labores no había necesitado el Barça, pidió su momento. Se arremangó, se peinó y evitó un gol cantado, cantadísimo, de Isak. «La última la pago yo», gritó el alemán.
/Escrito por Iván San Antonio para Sport de España
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