Aunque las fotos de aquella época de su vida las atesora bajo siete llaves, al 10 de Central le fue bien en el MMA. “Se peleaba cada 15 o 20 días, pero no era nada profesional. En total fueron 12 peleas: gané nueve, perdí dos y empate una. Las que perdí fueron complicadas, me pegaron bastante… Con el tiempo, cuando fui aprendiendo, empecé a absorber más los golpes”, relató aquella experiencia que le valió de algunos dientes menos.
Cuando dejó Brasil para sumarse a Defensores de Villa Ramallo largó los guantes. Allí fue figura en el equipo que logró el ascenso al Federal A y pasó a Unión Española de Chile, aunque unos meses después fue separado del plantel tras argumentar la muerte de su hermano para viajar a Argentina… Cosa que hizo, pero para participar de una celebración familiar.
A pesar de aquel incidente, el poderoso Colo Colo lo fichó. Tuvo un gran paso, de varias temporadas, dos títulos y un profundo reconocimiento de los hinchas. Luego vendrían breves experiencias en Qatar, Santos, Emiratos, Arabia Saudita y el Bolívar, club en el cual le rescindieron el contrato ¡Por Twitter!
El año pasado regresó a Central, su primer amor. Su experiencia y los buenos rendimientos lo llevaron a apoderarse de la cinta de capitán, pero el viernes no convirtió ningún gol ni metió un lujo, sino que recordó su época de rings y campanas. “Las artes marciales fueron un pasatiempo que me encantaron, pero no son compatibles con el fútbol”, reconoció.
En esta Copa de la Liga, ya venía de tener un fuerte entredicho con el árbitro Andrés Merlos hace algunos partidos y ahora, luego del round con Gabriel Rojas del Ciclón que derivó en la expulsión del hombre de Canalla, sumó otro capítulo más a su historial extra futbolístico.
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