Un golazo del portugués desnivela un partido muy sufrido en Mestalla en el que el Athletic atacó más pero no tiró a puerta
El Valencia se ganó el derecho a disfrutar de una temporada que parecía condenada al olvido. La Copa, con un camino sin apenas piedras hasta la semifinal, ha revitalizado a un equipo que peleará por el título el próximo 23 de abril en Sevilla. También lo habría merecido el Athletic, que tumbó a Real Madrid y Barcelona antes de medirse al Valencia. Pero el fútbol no suele hacer regalos y el equipo de Bordalás compitió mejor en los dos partidos. En San Mamés y en Mestalla. En defensa y en ataque. Enfrentándose dos equipos ordenados, forjados en la disciplina que imponen sus técnicos, parecía evidente que sería algún detalle el que decidiría el finalista. Y fue Gonçalo Guedes el que marcó un golazo en la primera parte que vale una final. El partido fue ‘bronco y copero’, como reza el lema del Valencia. Solo el 33% de posesión para los locales y solo un disparo a puerta de los visitantes. La responsabilidad acogota.
Venía el partido viciado del encuentro de ida. Que si el estilo, que si el árbitro, que si el tiempo de juego real. Fútbol, al fin y al cabo, afortunadamente. De hecho, los dos clubes demostraron que saben estar unidos en las cuestiones importantes, como la foto de los jugadores mezclados junto al lema «Fútbol por la Paz». Bonito gesto para bajar revoluciones y, de camino, utilizar la rivalidad deportiva para recordar qué es lo realmente importante.
No era fácil, sobre todo para el Valencia, abstraerse del ambiente que se había vivido a la llegada de los jugadores locales a Mestalla. Miles de personas construyeron un pasillo de bengalas y gargantas que, a la fuerza, hicieron vibrar las lunas del autocar. Había que controlar la efervescencia para evitar que la sobreexcitación desembocara en una mala decisión que pudiera condicionar el partido. De hecho, en el primer minuto, Raúl García desperdició una clara ocasión dentro del área de Mamardashvili.
Bordalás finalmente decidió protegerse del juego aéreo del Athletic con tres centrales y dos carrileros, que también intentaban tapar los ataques por las bandas. A punto estuvo Bryan Gil, en un chispazo de la casa, de adelantar a su equipo con un disparo que se fue rozando el poste derecho de Agirrezabala. Antes se había quitado de en medio a dos rivales con un quiebro y dos recortes. Fue lo mejor del jugador de Barbate, al que la posición de mediapunta no le permitió brillar tanto como en la banda.
Gayá duró 32 minutos sobre el terreno de juego. El lateral izquierdo apuró la recuperación de su contractura muscular -que venía arrastrando desde San Mamés- hasta que el cuerpo dijo basta. Hasta pareció disculparse con la grada por no haber aguantado más tiempo sobre el terreno de juego. Coincidió la salida del capitán -seguro que no por casualidad- con los mejores minutos del Athletic que encontraba espacios a la espalda de los laterales para las carreras de Williams.
Entre Mamardashvili y Gabriel Paulista evitaron el gol del delantero rojiblanco. La jugada había partido de un pase celestial de Muniain. Diakhaby le había aguantado bien el sprint a Williams, que tardó en armar la pierna tras recortar dentro del área. Fue la mejor ocasión en el momento de mayor peligro visitante. Y ahí apareció Guedes para darle un respiro a sus compañeros. Soler puso una falta al área y el balón rechazado cayó en el semicírculo del área. El portugués se acomodó el balón en la derecha y Dani García llegó tarde para frenar el trallazo. Agirrezabala no pudo evitar el 1-0.
Marcelino, que conoce bien al Valencia y Mestalla, se desesperaba en la banda. El Athletic tenía el balón, llegaba al área blanquinegra, pero generaba menos peligro claro que en la primera mitad. Así que activó un triple cambio cuando faltaba media hora de partido. Con la entrada de Sancet, por Raúl García, le hacía perder capacidad para intimidar en el área -y fuera de ella, no nos engañemos- pero ganaba en velocidad con la elegante zancada del delantero navarro. Pero el problema del Athletic no era de cómo atacar -que lo tenía claro- sino de cómo rematar a portería. Si era por acumulación, sumó a Nico Williams a la causa poco después. Y con el equipo volcado hacia adelante, era el Valencia el que se hacía el distraído para sorprender al contragolpe. No hubo sorpresa ni en una portería ni en la otra. El Valencia estará en la final del Copa del 23 de abril en Sevilla.
/Marca
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