
En la final brilló con dos goles, pero lo más excepcional fue ver cómo todos los jugadores top del Barcelona hacían cola para sacarse una foto con Leo y la Copa.
Todos van a buscarlo como si fueran alcanzapelotas o juveniles que recién hacen sus primeras armas como profesionales. Todos dicen que hay que disfrutarlo, que después él decidirá. Ese “todos” no son hinchas, no son fans: son jugadores del Barcelona, millonarios, tipos que tienen mil títulos en el lomo (como Piqué y Griezmann, dos campeones del mundo) que se rinden ante Messi, como si ellos no fueran quienes son.
La imagen es fuerte. Si ya fue genial lo que jugó Messi a los casi 34 años, si ya fueron extraordinarios los dos goles que convirtió -en el primero, tuvo un arranque del Leo adolescente-, si ya fue excepcional verlo levantar una Copa por primera vez como único capitán del Barsa, lo que ocurrió en los festejos fue realmente insuperable. Y es un dato más de lo que no se refleja en una estadística, sino en lo que genera esta leyenda en sus compañeros, en sus rivales, en el mundo del fútbol.
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