Rodrygo, con dos goles, Asensio y Benzema cierran con una goleada al Espanyol un campeonato espectacular. El Bernabéu festeja como se merece LaLiga en casa
No hay peros que valgan a la Liga del Madrid. Lo que bautizó Carlo Ancelotti en rueda de Prensa como «la Liga del pero» se convirtió en un título rotundo, indiscutible, sin matices, desmontando uno a uno los tópicos que suelen colocar los rivales al campeón.
No se puede ganar en el Camp Nou, en el Pizjuán, en San Mamés, en Mestalla o en el Villamarín sin jugar bien. En ocasiones muy bien. Los arbitrajes no justifican el monumental rendimiento de Benzema, máximo candidato al Balón de Oro por ser el mejor futbolista del planeta, más allá de sus goles y de sus asistencias. El VAR no interviene en los milagros de Courtois, un auténtico portero-delantero por su capacidad de convertir paradas en puntos. Los arbitrajes no resucitan a unos centrocampistas considerados en retirada, y que han brillado por encima de cualquier prejuicio de edad. Los hilos del palco no mueven a los centrales, Alaba y Militao, para que se comporten como si llevaran una década con la blanca, en lugar de ser los reemplazos recientes de una de las parejas más importantes en la historia del club. La fortuna es incapaz de transformar a Vinicius, sólo el trabajo cambia a un ‘fallagoles’ en un delantero de prestigio y eficacia.
Tampoco la flor o la condición de alineador explica la capacidad de Ancelotti para extraer el máximo rendimiento a una plantilla sobre la que todos opinaban que era mayor, que faltaba competitividad («para la Liga puede, pero para Europa no da»), o que necesitaba rotaciones. Carlo arqueará la ceja, esbozará una sonrisa sardónica y dirá «a ver quién mejora esto» mientras acaricia con suavidad sus trofeos en las cinco mejores Ligas. No hay otro como el italiano, y tardará en haberlo.
No hay peros al Real Madrid como no los hubo al Atlético el año pasado, al equipo de Zidane en el anterior o al Barcelona en los precedentes. Las 38 jornadas no engañan, y gana quien acumula más méritos. Muchos, cuando la diferencia es amplia, menos cuando es estrecha. El equipo blanco suma la 35 con la mayor distancia de los últimos años, con un mes de anticipación, concediendo tres derrotas hasta el alirón, alguna dolorosa y llamativa como el 0-4 ante el Barça. También ha sido campeón en su capacidad para recomponerse y sacar su mejor versión en el tramo decisivo de la temporada, como el segundo tiempo del Pizjuán o el partido completo en Pamplona. Frente al Espanyol hacía falta un punto para hacer lo que no se pudo en 2020, durante la pandemia. Hay que celebrar. Los triunfos, la vida. Ya llegará el miércoles y esa cita con la Champions. Y volverá a exigirse ante el City, en otro desafío colosal, y después pensará en el siguiente reto. Otra Liga. Otro título. Sin parar nunca. Ese es el Madrid. Pero esta vez tocaba alzar los brazos al cielo del Bernabéu para dejar claro quién fue el mejor.
Rodrygo, el desatascador
Lo hizo el Madrid con una alineación condicionada por el City, como era lógico. Con tres titulares, entre ellos la sorpresa de Luka Modric, el más veterano del grupo de intocables. Que está de dulce no lo niega nadie. Pero se exponía a una lesión a costa de mantener la altura de crucero en su juego. Inalcanzable para la mayoría. En un duelo de bajas revoluciones, como de pretemporada, el Espanyol resistió media hora de asalto. Mariano pudo firmar el alirón, con un tempranero cabezazo al palo, pero fue Rodrygo quien desató el «Campeones, campeones». Combinó con Marcelo, capitán de leyenda, para coger la diagonal desde la izquierda, el sector de Vinicius, y cruzar con la derecha por bajo, imposible para Diego López. Espectacular Goes, recorriendo el área como un equilibrista hasta encontrar el rincón donde hacer daño.
Si el Espanyol pudo salir poco fue en parte por la intensidad de Dani Ceballos, incansable en la medular. Poco después de recibir un pelotazo que le dejó aturdido, Rodrygo sentenció el título al aprovechar un robo de Mariano a Yangel. Parecía liquidado el partido y el título, así que se presuponían cambios para ahorrar esfuerzos cara a la Champions. Nada al descanso. De hecho, antes de hacer ninguna sustitución anotó el tercero Marco Asensio, que tiene un don para el gol indiscutible. En una temporada sin continuidad suma una decena de tantos. Un caso digno de estudio de cara a la renovación.
Ancelotti metió a Isco, lógico, Kroos y Benzema, discutible, pero está Carletto como para toserle con sus decisiones. El ambiente festivo invitaba a mirar a Cibeles, es cierto, y entre los recados a Piqué y Simeone llegó un gol anulado a Isco, por fuera de juego de Rodrygo. Se fue el brasileño para que entrase VInicius, que sirvió el remate a la fiesta. Colada por la izquierda, pase atrás y Karim a la jaula. Broche del mejor futbolista de largo en el torneo. Botes, Olas y bufandas al aire. Sin mascarillas. 60.000 madridistas cantando «campeones» por la Liga 35. Después de todo lo que se ha sufrido, qué bien sienta una buena fiesta. Más que merecida. Ocurra lo que ocurra en la Champions, así gana el Madrid.
/Escrito por José María Rodríguez para Marca de España
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