Dos páises enfrentados por rivalidades nacionales y políticas. Por eso y porque el gol de Jovic los mantiene con vida en la Eurocopa fue justificada la celebración de los serbios
El fútbol es caprichoso. La vida lo es, realmente. Cuando Serbia se veía casi de vacaciones, llegó un córner ya en el límite de la prolongación y el balón al segundo palo lo aprovechaba uno de los más bajitos del partido. El exmadridista Jovic se convierte en el héroe nacional ya que evita casi la eliminación de la Eurocopa. Un empate que deja a su selección con un punto mientras Eslovenia amplía a dos su cuenta. Todo por decidir en el grupo C tras un choque intenso donde todas las intentonas serbias acabaron frustradas por un mágico Oblak. Entre el guardameta del Atlético y su compañero Karnicnik, con su tanto, elevaron a Eslovenia a la gloria hasta ese fatídico minuto 95.
La valoración de futbolistas se ha democratizado. Históricamente la chequera se sacaba para firmar gol y generadores de ocasiones. Millones encima de la mesa por delanteros y centrocampistas talentosos. Aquel fútbol romántico murió. Ahora los porteros también ganan campeonatos. Nadie podrá olvidar jamás aquel toque mágico de Casillas con su pie ante la arrancada de Robben en la final del Mundial de Suráfrica. Como tampoco Eslovenia con la actuación de Jan Oblak. Lo desbarató todo. Casi todo. Mitrovic no se lo podía creer. Una mueca en cada ocasión clarísima en la que veía que el portero del Atlético salía victorioso. Pero Serbia, que en muchos momentos el choque fue a remolque de Eslovenia, porfió hasta el final. Aquí nadie se rinde. Y llegó la culminación con el tanto de Jovic cuando ya nadie lo esperaba.
El enojo de Tadic le valió para plantarse en el tapete del monumento que es el Arena de Munich. «Soy el mejor del equipo y debería haber jugado 90 minutos», espetó el futbolista tras quedarse fuera del equipo en la derrota de Serbia ante Inglaterra. Dragan Stojkovic, aquel que sacó en octavos a España del Mundial de Italia-90 con dos goles, le amnistió porque no la selección ya no podía permitirse más distracciones. Una segunda derrota enviaba a los rocosos serbios a disfrutar de las vacaciones estivales. Ante esta amenaza, Serbia se plantó frente a Eslovenia con numerosas precauciones defensivas. Tres centrales y todos muy juntitos. Para acometer su plan prescindió de Gudelj y, sorprendentemente, Milinkovic-Savic, una de las figuras serbias (Kostic también estaba ausente por lesión). Eslovenia mostraba otra cara. Se veía felices a los futbolistas de Matjaz Kek por su empate ante Dinamarca, semifinalista en el pasado Europeo. Tras unos minutos de tanteo, Eslovenia comenzó a dominar el balón. Practicaba acciones por las bandas y buscaba siempre a Sesko, que apunta a figura. Serbia, en cambio, carecía de creación. Sólo Tadic lo buscaba pero con escasa fortuna. Aún así, en alguna escapada contaba con opción de marcar. Primero Vlahovic y luego Mitrovic, que comenzaba a darse cuenta que batir a Oblak iba a ser complicado. Pero la mejor ocasión llegó con un balón al palo de Elsnik y Sesko tuvo una segunda ocasión de marcar en el rechace pero no acertó.
La segunda fase no varió demasiado de la primera, aunque Serbia se valió de su mejor dúo para molestar a Eslovenia. Tadic, zurdo cerrado, se tiró hacia línea de la banda derecha y desde ahí se dedicó a donar balones a Mitrovic. Una y otra vez. El delantero lo intentaba con el pie, con la cabeza, hasta con el hombro. Pero Oblak, siempre Oblak, lo desviaba todo. Los eslovenos se sacudían el dominio como podían y buscaban a Sesko a ver si en alguna arrancada alcanzaba la gloria. En una de ellas el gigantón lanzó un disparo colocado que sacó Rajkovic. Fue el anticipo de una jugada mágica de Eslovenia. Contragolpe perfecto y el balón llegó a Karnicnik, que empujó el balón con pericia ante la débil defensa de Milinkovic-Savic, que había salido al campo hacía pocos minutos.
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