El Real Madrid se colocó a la altura de su historia con un partido soberano, el mejor desde el ciclo glorioso de los cuatro títulos en cinco años. Un derroche de juego y entrega frente a un enemigo temible, que sin embargo dejó abierta la eliminatoria en su único remate entre los tres palos. Muestra de equipo campeón que no arruina el deslumbrante partido blanco. Fue la noche elegida por Vinícius para demostrar quién es y, sobre todo, quién puede llegar a ser. Lleva dentro a un futbolista ingobernable, único, de los que quedan pocos.
Alfredo di Stéfano, el hombre que convirtió la Copa de Europa en leyenda, habría asistido orgulloso en el palco de su estadio al duelo con más Champions de la historia, dos clubes que han construido su mito en la máxima competición continental. Imposible no generar expectativas, a pesar de las bajas, históricas y recientes, en ambos bandos. Real Madrid y Liverpool jugaron sin reservas, y lo hicieron desde las alineaciones. Parecía lógico que Zidane alinease tres centrales, sobre todo con la baja de Varane a última hora. Pues tres puntas, con Vinícius y Asensio. Klopp, en cambio, se protegió algo más, con Keita por Thiago, perfiles muy distintos. Salió un partidazo, claro.
El primer acto fue una exhibición madridista. Ágil, exquisito y contundente en todas las zonas, comenzó mandando y acabó por barrer del verde a los reds. Concentrados hasta el extremo en defensa buscando la anticipación, el Madrid fue una máquina de robar y lanzar ataques, especialmente sobre el sector izquierdo. Mendy y Vinícius castigaron las subidas de Alexander-Arnold y la ternura de Phillips con una finura inaudita. Desde el primer control de Vini, delicioso a un balón largo de Courtois, se intuyó que el brasileño estaba inspirado. Después de esa colada y otro cabezazo picado, el 20 dibujó un desmarque entre central y lateral que Kroos convirtió en obra de arte. Un pase larguísimo, más de 30 metros, a la carrera del extremo que se comportó como Didí, Dirceu o Ronaldo Nazario: control oriendato con el pecho y volea a la red. Un golazo extraordinario.
El tanto rubricó la superioridad del Real Madrid, capaz de jugar a un ritmo desatado. Llegó mucho y bien, por ambos costados, con cabezazo de Vini, volea de Asensio y centro de Lucas que se tragó Phillips para sorpresa de Benzema. Hubo espacio para la polémica en una caída de Benzema que pareció penalti. Brych no quiso saber nada, igual que en una carga por la espalda de Lucas a Mané como último hombre, también pitable. Esa acción desembocó en el 2-0 que volvió a nacer en las botas de Kroos. Sí, el Liverpool le dejó muy suelto, pero hay que tener clase para poner la bola a distancia con tanta precisión. Otro pase hacia Vini provocó el pánico de Alexander-Arnold que cedió mal, Asensio picó sobre Alisson para sortearle con eelgancia y anotar a puerta vacía. Deslumbrante.
El monólogo provocó la reacción de Klopp. Sin noticias de Salah, Mané o Jota, el alemán relevó a Keita por Thiago en el 42′. Feo detalle con el sustituido, daba igual esperar al descanso. No hubo reacción inmediata, pero sí tras la pausa. Porque en el primer tiro del Liverpool a portería cayó el 2-1. Presionaron a los blancos para encontrar huecos y la suerte. Jota controló sobre el borde del área, quebró, le taponaron el remate y Salah pescó el rechace para marcar desde cerca. La posición retrasada de Lucas habilitó al egipcio, el artillero que tampoco tenía gol de joven.
El crecimiento del Liverpool fue indiscutible. Al Madrid le tocó replegar con orden, ,o que exigía el partido. Lucas y Asensio por derecha, Militao y Nacho por el centro, Vinícius y Mendy por zurda. Desde ahí empezó a recomponerse el Madrid, que recuperó la pelota en campo enemigo y golpeó como un martillo. Avisaron Benzema, Kroos y Asensio, que pagó su derroche generoso en un dos contra uno disparado por Benzemaque entregó a Alexander-Arnold en lugar de a Vinícius. El brasileño se vistió incluso de lo que no es, finalizador, para abrochar una maniobra perfecta de Benzema y Modric en derecha. 3-1.
Pudo sentenciar Asensio de nuevo en otra contra blanca al primer toque. Marco no dio para más y entró Fede Valverde. Objetivo, asegurar la bola. Otro punto para Zidane, que también acertó en esa fase del partido. Klopp intentó más trucos, incluso retrasó a Fabinho de central para facilitar la salida. La agonía final demostró que nadie ahorró ni un gramo de energía. Vacíos, incapaces de retener la pelota, el Liverpool acabó atosigando al Madrid. Bien está, para recordar lo que espera en Anfield. Enfrente hay un campeón herido. Esto es la Champions, amigos. Dolor y gloria.
/Escrito por José María Rodríguez para Marca de España
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