El Atlético de Madrid, empatado en puntos con el Sevilla, necesita sumar ante el equipo que dirigirá Manuel Pellegrini.
La intriga de VAR llenó todo el partido. Dos goles había marcado el Atlético al descanso y ninguno de ellos estaba en el marcador cuando los jugadores se fueron al reposo. Los dos se los arrebató la tecnología. El primero, de Correa, por una mano de Llorente. El segundo después de tres minutos y medio largos como años. Lo había marcado Morata con un sutil remate picado, después de un pase en profundidad de Koke. La pelota besó la madera y se introdujo en la portería. Pero el pitido en la oreja de González González detuvo la celebración. Le llamaba Estrada Fernández, desde la sala VOR con escuadra y cartabón. Esos largos minutos decretaban que Morata estaba en fuera de juego por un pelo. La Champions debía esperar. De momento. Simeone chasqueaba los labios en su banquillo.
32 grados que hacía en Madrid y el técnico vestido de gala para recibir la clasificación matemática con su traje negro de manga larga, como la camiseta de Hermoso, de la enfermería al once, dos valientes. Trippier y él eran los únicos cambios en el once de un Cholo que cada vez necesita hacer menos. En el Betis, mucho refresco. Seis nuevos, Canales entre ellos, y Alexis renunciando a los extremos. Un Betis sin nada ya en juego, en una temporada con más sombra que luces, que enseguida se le atragantó al Atlético.
Nada pasaba más allá de unos metros aquí otros allá del círculo central. Salvo un chut de Llorente, el Atlético no presionaba demasiado, que para asfixiar ya estaba el aire de Madrid. El Betis crecía alrededor del balón y de un correoso Fekir. A su dominio sólo le faltaban ocasiones. Hasta que el aplauso infinito comenzó a brotar de los altavoces del Metropolitano vacío. Dani Martín sacó de puerta un balón que, según volaba se convertía en centro de gol a la carrera de Loren, que se le escapó a Trippier. Contestó el Atleti casi inmediato con ese gol de Correa que anuló el VAR. Eso eran los rojiblancos, acciones aisladas, roto entre líneas.
Regresó el partido en los pies del Betis. El Atlético descosido y sin desborde. Lo buscó Simeone todo de golpe con Carrasco, Vitolo y Costa. Entraron justo después de que Loren desperdiciase un mano a mano claro con Oblak. Con toda la portería ante él y lanzó fuera. Pero ya había levantado la mano en el partido y no la iba a bajar. Apagado Fekir, todo pasaba en sus piernas. A Simeone ni tiempo le dio a ver cómo encajaban sus cambios: Hermoso pisaba a Loren por detrás y a la ducha, roja.
El Betis husmeaba el gol en cada acción, con Moreno cuchillo y la entrada de Emerson y Joaquín. Pero si hay un equipo que sabe resistir ese es el Atleti. Y eso hizo. Apretar los dientes, masticar y esperar su oportunidad. Llegó a balón parado. Una falta que botó Carrasco y Costa remató con el escudo mientras el VAR llamaba de nuevo a la oreja de González González. Otra intriga que congelaba la celebración del Atleti, otros tres largos minutos hasta que el árbitro silbaba gol, sí. Tres puntos y la Champions. Oficial, matemático, eso que parecía tan lejos, tan de otros, en los largos meses del encierro. A Champions por octavo año consecutivo con el Cholo. Suena a rutina, a un lunes más en la oficina. Pero que nadie olvide que es extraordinario.
/AS
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