Ni el más pesimista de los hinchas argentinos pensó que iban a sufrir tanto en este partido. Porque tuvieron que ir al alargue con los suizos y porque lo definió Ángel Di María cuando faltaban sólo dos minutos para los penales. Y después, en los descuentos, un palo evitó el empate de los helvéticos.
por Gerardo Ayala Pizarro
SAO PAULO.- Apenas y a penas. Así puede resumirse la clasificación argentina. Porque el equipo de Sabella en ningún momento hizo sentir la supuesta superioridad que tiene sobre Suiza. Y sólo lo pudo ganar, cuando ya no quedaba nada, en la única inspiración de Messi y en una perfecta definición de Di Marí, que personalmente – por el esfuerzo derrochado- se merecía este permio, que no se merecía su equipo.
Argentina sucumbió ante la ordenadísima marca de los helvéticos. Que entraron a la cancha a cumplir un libreto y lo mantuvieron durante 117 minutos. Los últimos tres no cuentan, porque en esos instantes finales, hasta el arquero se fue a jugar a campo contrario y casi logran el empate, en la última pelota que cayó sobre el área de Romero, para que cabeceara Dzemaili y su remate dio de llenó en la base del poste.
En ese aspecto, la eliminación de Suiza fue tanta o tan dramática como la de Chile. Porque los europeos también tuvieron a un grande sobre las cuerdas y terminaron rezando en la última jugada del alargue: un tiro libre de Shaqiri a la entrada del área, que por fortuna para los trasandinos rebotó en la barrera.
¿Mereció clasificar Argentina?…No, de ninguna manera, porque no fue más que Suiza. Pero, clasificó. Porque, aunque parezca un contrasentido, es más que Suiza. Por eso, lo definió cuando no tenía como hacerlo. Por la jerarquía de Messi y la clase de Di María para ponerle la pelota en un rincón imposible para Benaglio.
Esa jerarquía que también afloró en mayor grado en los brasileños a la hora de definir por penales con Chile.
Es el sino que invariablemente favorece a los grandes y que hace que la historia se resista tanto a ser cambiada.
Como puede apreciarse, salvo España, ya están en cuartos de final los que eran desde un comienzo los candidatos a ganar la Copa del Mundo: Brasil, Argentina, Alemania, y Francia, aunque en el orden, por lo que han mostrado en el torneo, debería ser exactamente al revés, con los europeos encabezando la serie.
En los Mundiales, las sorpresas ocurren muy de cuando en cuando y por lo general duran hasta la ejecución de penales o hasta el minuto 87. En ese instante, aunque sea de milagro (como este de la Virgen…¡Di María!) gana el que siempre se pensó que tenía que ganar.
Los suizos pueden volver con la cabeza muy en alto a Europa. Como lo hizo Chile a Santiago. Pero, igual la conclusión es la misma de siempre: a verlo por la tele. Mientras los otros, sin hacer nada para merecerlo, continúan en carrera.
Argentina se empeñó, como Alemania y Brasil, en ponerle suspenso a su partido de octavos de final en el Mundial, y casi salta la sorpresa en el Arena Corinthians de Sao Paulo. Suiza, que tomó nota del partido que le planteó Irán a Argentina en Belo Horizonte, la tuvo en jaque, y para el mate faltó demasiado poco. Las escaramuzas de Shaqiri y su picardía para jugar tan del estilo sudamericano, llevaron a la albiceleste a dejar que el cuadro helvético la tuteara como si de una potencia se tratara. Así regaló los primeros cuarenta y cinco minutos. Al punto que Suiza, un reloj de alta precisión diseñado por el orfebre Ottmar Hitzfeld, casi la tumba con dos castañazos. A los 28 minutos Romero salvó el remate de gol de Xhaka tras una jugada espectacular del duende Shaqiri. A los 38, Drmic dilapidó un mano a mano, solo frente al meta argentino. Argentina generó sensación de peligro, pero Suiza lo creó de verdad.
En el segundo tiempo cambió. El equipo de Alejandro Sabella fue más incisivo, aunque le faltó la puntada final. Entre el andar pesado de Higuaín y su escopeta de feria, más las posibilidades que tuvieron Rodrigo Palacio y Lionel Messi y no pudieron concretar, las chances de que la albiceleste desnivelara se desvanecieron hasta necesitar de una prórroga de locura. Saldo de lo que le ocurre a un equipo que depende casi exclusivamente de su buque insignia. Leo Messi. Un Messi que casi marca en el minuto 79, de no ser porque el arquero Benaglio tuvo una tarde inspirada. Leo apareció poco. Influyó en ello la marca pegajosa hasta el hartazgo de Behrami, un émulo del Claudio Gentile que agobió a Diego Armando Maradona en España 82. En esa ocasión del crack azulgrana, en la que Djourou cometió penalti sobre Palacio -no sancionado-, Messi desequilibró. La otra oportunidad en la que logró hacerlo fue al dirigir el ataque que culminó Di María con un remate cruzado para conseguir el 1-0. Imagínese el lector, el delirio colectivo de la masa albiceleste en la capital comercial de Brasil. A saber la cantidad de decibelios que desató el grito liberador del gol.
Suiza completó un partido extraordinario. Incluso llegó a crear peligro en la recta final del choque, cuando todo el mundo paladeaba la emoción mortífera de los penaltis. Los suizos no apelaron al juego brusco. Ofrecieron un recital de cómo se bloca a grandes individualidades. Pero los genios tienen eso. Deciden. Cuando Messi recibió por segunda vez solo, Higuaín cortinó a la perfección por única vez en todo el partido, y Leo levantó la cabeza para habilitar a Di María a su derecha, todo terminó. Recompensa sensacional y merecida para ‘Fideo’, quien fue sepultado por sus compañeros en la celebración. Y como Argentina no puede ganar sin sufrir, se permitió incluso ceder un tiro libre en el último aliento del alargue, que Suiza, con el arquero Benaglio en el área, no pudo explotar. Argentina, señoras y señores, está en los cuartos de final de Brasil 2014. El favorito – sin merecerlo- continúa su camino. Por un milagro. En el que se mezclan su nombre y su apellido. Ángel y Di María
/datos: Mundo Deportivo/
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