El equipo chileno dejó pasar una gran oportunidad de haber asegurado su paso a la siguiente fase de Copa Libertadores de América. Porque enfrentó a un rival perfectamente ganable y al que le dio tantas ventajas que terminó por entregarle el partido
por Gerardo Ayala Pizarro
MONTEVIDEO.- Dicen que Pablo Guede practicó con seis formaciones distintas, durante el par de días que estuvo en la capital uruguaya. Si efectivamente fue así, quiere decir que se decidió por la peor de todas.
Porque el equipo tetracolor que entró a la cancha, sencillamente fue un espectro del cuadro que hasta hace tan poco encantara a los hinchas y al periodismo chileno.
«Quise sorprenderlos y ellos me sorprendieron a mi», reconoció Guede, respecto a esa etapa inicial.
A confesión de partes, relevo de pruebas, dicen los abogados. Y en este caso, es absolutamente cierto.
Porque esa improvisada línea de cuatro con Márquez, Carvajal, Diaz y Lanaro, simplemente hizo agüa por todos lados y si sólo el equipo uruguayo llegó apenas una vez al gol es, sencillamente porque Alá es grande…y los delanteros «charrúas», no tanto.
Desde el medio campo, pasaban sin ninguna oposición porque Rosende no era capaz de cortarlos a todos y arriba, aceleraban y los defensores chilenos simplemente les veían el número y la espalda. No paraban a nadie.
¿Por qué no puso en ese sector a Farías? ¿Por qué no entró Escudero en el fondo? Preguntas que resultan imposible de responder a la distancia.
Por lo mismo, si hubieran tenido una mínima capacidad de definición, los delanteros bohemios por lo menos habrían establecido una ventaja de tres o cuatro goles a su favor.
CAMBIÓ PALESTINO Y CAMBIÓ EL PARTIDO
Para el segundo tiempo, Guede corrigió la chambonada que se había mandado y ordenó un poco el equipo, consiguiendo mejorar notablemente (lo que no era difícil, porque en el primer tiempo no ofreció nada el equipo chileno).
Al pasar Márquez al medio campo, hubo compañía para Rosende, Palestino pudo recuperar la pelota y tanto Jason Silva como Valencia pudieron hacer valer su capacidad técnica y el partido ahora se volcó hacia campo uruguayo.
Es cierto que salvo en aquella jugada en que Valencia se engolosinó con la pelota y quiso pasarse hasta el arquero, no hubo oportunidades claras para empatar el partido.
Pero, por el control del juego que tuvo en un 100% Palestino, por lo mucho más que trabajó Burián en comparación con Melo, está claro que el partido estaba ahí, al alcance de la mano.
Porque, insistimos, este Montevideo Wanderers es un equipo ordenado, rápido, pero nada más que eso. Un equipo perfectamente ganable, tanto que si Guede recupera la cordura y vuelve a colocar en cancha a ese cuadro que jugaba, gustaba y goleaba, tendría que pasarle por encima a estos urguayos en la revancha en Santa Laura.
Pero, para eso tiene que volver a juntar a Valenzuela, Valencia y Jason Silva (que nadie sabe porqué nunca más han vuelto a jugar juntos) y arriba, con un grandote basta (da lo mismo si es el «Tiburón» o Chávez), porque el otro punta tiene que ser Riquelme.
Con ese equipo le dio un baile y le llenó el arco de goles al Wanderers chileno en la liguilla. Con mayor razón debiera hacerlo con este Wanderers uruguayo en Copa Libertadores.
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