Los últimos cometidos de Roberto Tobar no habían estado a la altura de su capacidad, pero este medio día en el Monumental se rehabilitó plenamente
Obviamente, el partido y la goleada no pasaron por el arbitraje. Por mucho que Universidad de Chile haya terminado con dos jugadores menos en cancha.
Porque es evidente que el arbitraje de Roberto Tobar fue casi perfecto.
Condujo bien, no se le escapó nunca el control de las manos y estuvo acertadísimo en las decisiones más complicadas.
Cobró dos penales que fueron penales.
El primero, porque hubo falta innecesaria, pero incuestionable de Emiliano Amor contra Ronnie Fernández. Y el segundo, contra el propio ariete universitario hubo un empujón de Gabriel Suazo. Leve, faltita, lo que quieran, pero penal. Sin duda.
Y lo ayudó el VAR en la repetición del primer lanzamiento. Porque efectivamente no tenía Brayan Cortés ninguno de sus pies sobre la línea.
También las expulsiones fueron correctas. Camilo Moya fue en plancha y esa es tarjeta roja. Lo mismo que lo del juvenil Tapia, que lamentablemente por él era último hombre cuando le cometió infracción a Bolados
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