El Sevilla es de acero. No hay otra. Mezcla la piel dura del que nunca se da por vencido (nunca se rinde) con un alma de guerrero incombustible. Y muchas dosis de amor propio supremo. Amor por cada compañero que se deja a piel en el campo y la voz en el banquillo; amor por un deporte al que respeta y engrandece; y amor por una competición que le ha dado tanto. Tanto, tanto, que es imposible que le dé jamás la espalda. El equipo andaluz estará el próximo viernes en la final de Colonia tras derrotar al Manchester United. Una victoria gigantesca. Mastodóntica. E histórica. ¿Cuántas veces has hecho historia, Sevilla?
Sevilla y United no se dieron un segundo de tregua. Ni siquiera antes del inicio del choque, donde los jugadores en los banquillos animaban sin descanso, especialmente los del equipo español. Estar dentro de cinco días nuevamente en este estadio para intentar levantar la Europa League era un premio que ninguno estaba dispuesto a dejar pasar. Cada equipo con sus armas, las inglesas sobre todo poderosas en ataque. Y a eso salieron, a decirle al Sevilla que el primer golpe lo iban a dar ellos, como les había indicado su entrenador en la preparación del choque. Querían adelantarse para matar a la contra, sabiendo el manejo sevillista de los encuentros.
El primero en probar fortuna fue Bruno Fernandes, pero se encontró el pie de Diego Carlos para taponar su disparo. No había pasado ni un minuto y el United ya había combinado con cierta soltura en el balcón de área sevillista. Lopetegui se desgañitaba desde el inicio. Mueve a sus jugadores como un ajedrez. Cuando a uno le toca ajar para iniciar jugada y que el lateral suba. Sus órdenes se siguen a rajatabla. Y el técnico ya veía que le iba a costar contener las acometidas inglesas. Rashford terminó dándole la razón a Julen. Controló el balón tras un cambio de juego y se lanzó hacia Suso, quien había bajado para apoyar a Navas. Buscó la pared con Martial, quien con una espectacular cola de vaca lo dejó mano a mano con Bono. El portero repelió el disparo, pero Diego Carlos, que llegaba para apagar el fuego, terminó por hacer saltar la jugada por los aires. Arrolló al futbolista inglés y Felix Brych no dudó en señalar penalti.
Nuevamente Bono ante la suerte de los once metros, como ante el Wolves. En eta ocasión, pese a acertar el lado del lanzamiento, Bruno Fernandes, frenándose un poco antes del golpeo, la puso en el techo de la red, imposible para el meta sevillista. El peor de los escenarios se dibujaba en Colonia. Un United que había salido convencido del triunfo se colocaba por delante. Le tocaba remar al Sevilla. Y cuidar sus espaldas. Una pérdida (con falta no pitada por el colegiado) de Jordán ante Fred, permitió que el brasileño alcanzase posición de remate tras combinar con un compañero. Lanzó fuera. El Sevilla caminaba por el fijo de la navaja. Necesitaba el equipo nervionense salir. Y Reguilón se armó de valor para ser la vía de entrada en la poblada zaga inglesa, que defendía en bloque medio-bajo. Ocampos lo intentó entrando por la izquierda, pero su disparo lo repelió De Gea. El United esperaba el error del Sevilla, que movía bien la pelota de lado a lado. Lopetegui no hacía más que insistir a Suso en que buscara los espacios para hacer daño. Y bien que lo hizo el gaditano.
Nuevamente Reguilón se armó de fe y se midió en velocidad a Greenwood, que no le persiguió, y tras combinar con Ocampos, se colocó en buena posición para el centro al área. Suso entraba solo en el segundo poste. Pase perfecto y balón a la red. El Sevilla igualaba un partido que se había puesto con un cariz complejo. Los ingleses se quejaron de que la jugada nació en campo sevillista por un saque de banda que les correspondía. La televisión repitió la imagen y Koundé roza con su pelo a lo afro. Era otra jugada y no se corrigió. Este gol despertó al Manchester de sus minutos de sopor y volvieron a la carga. Martial tuvo un buen remate desde la frontal que se le marchó alto. En los dos minutos de alargue, Rashford pudo dañar al Sevilla en un par de ocasiones. Todo frenético. El Sevilla no podía dejar pensar al United. Un inspirado Bruno hacía que todo fluyese a una velocidad de vértigo.
El segundo periodo comenzó con el mismo guion. Los de Solskjaer se marcharon al vestuario reclamando la jugada de Koundé. «La has visto», le recriminaba Pogba al cuarto árbitro. Y salieron a por todas. Una auténtica avalancha. Y ahí se agigantó la figura de Bono. Impresionante actuación. Greenwood calentó al portero con un mano a mano que despejó con el muslo. Posteriormente, Martial se quedaría solo hasta en tres ocasiones delante del portero. Con paredes y combinaciones en las inmediaciones del área el Manchester United era capaz de desarbolar la línea sevillista. Menos mal que el delantero francés se encontró a un ángel vestido de celeste. Una con la mano, otra estirando el pie y la última impidiéndole que le regatease en una baldosa. Increíble. El Sevilla seguía de pie tras aquel acoso intimidatorio, como el púgil que resiste en las cuerdas una paliza que no lo llega a tumbar.
Lopetegui debía mover su banquillo. Ofrecer alguna solución. Se decidió por el hombre por hombre en ataque, aunque con distintos perfiles. De Jong por En-Nesyri, para ayudar en la construcción jugando de espaldas y desahogar la presión inglesa. También quitó a Ocampos, su gran estrella, por molestias en la rodilla. El argentino se marchaba tremendamente enfadado por tener que vivir esa situación, pero no estaba bien. Munir entró en su lugar. Las aguas se calmaron aparentemente. El Sevilla se aceró nuevamente por Reguilón, quien recibió una falta cercana al pico del área. Jordán la lazó sobre la barrera y los sevillistas reclamaron mano de Bruno Fernandes al sacar el brazo de espaldas. Tras la revisión, Felix Brych consideró que no había nada que pitar.
El Sevilla no se iba a conformar. Las grandes noches están hechas para los héroes inesperados. Si Bono lo estaba sacando todo en la portería sevillista, el gol del conjunto andaluz lo debía anotar el delantero más criticado del Sevilla. Franco Vázquez, que había entrado hacía pocos minutos, vio la subida por banda de Jesús Navas, quien sólo tuvo que levantar la cabeza para ver a Luuk de Jong. El holandés no desperdició el caramelo del capitán en boca de gol. Estallaba de júbilo el Sevilla. Banquillo, dirigentes y empleados repartidos por las gradas. Increíble lo que estaba ocurriendo. Saber sufrir, saber pelear y nunca caerse. Nunca rendirse. Nunca darse por vencido. Y ganar. Ganar mucho. Ahora le toca disfrutar al Sevilla. Otra final continental. Ya van once en este siglo. Qué equipo. Qué grandeza.
/Escrito por Alberto Fernández para Marca de España
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