Con inteligencia para comprender cómo encarar cada lapso del partido. Con oportunismo para pegar en los momentos justos. Defensa y Justicia superó a Antofagasta por su convicción para asumir un rol protagónico, pero también por la sapiencia para interpretar cuándo era más conveniente ceder un poco de terreno para capitalizar los espacios que dejó un rival que quedó herido y presionado desde que un oportuno Walter Bou abrió el partido con una muy buena definición.
La receta del equipo de Sebastián Beccacece fue previsible porque sus planteos suelen ser ambiciosos: las armas del Halcón fueron la presión, el toque, la capacidad para hacer circular la pelota y la dinámica de los hombres de ataque para rotar posiciones y no darles referencias a los marcadores. Raúl Loaiza y Kevin Gutiérrez presionaron y distribuyeron con precisión y criterio. Hugo Fernández, Walter Bou y Carlos Rotondi intercalaron posiciones con un Miguel Merentiel que se animó a salir del área para integrarse al circuito de gestación cada vez que la situación lo requería.
Más allá de su clara vocación ofensiva, Defensa igual supo ser pragmático y dar unos pasos atrás para salir al galope en los momentos de más desesperación de Antofagasta. En definitiva, los de Florencio Varela supieron sacar rédito de las dudas, las presiones del rival y construyeron contragolpes impecables. El gol de Nicolás Tripicchio es un claro ejemplo de esa flexibilidad táctica y estratégica de Defensa.
Sobre el final los chilenos lograron descontar y, envalentonados, se vinieron con todo. Pero los flojos últimos minutos no borran la gran actuación de un Halcón que voló alto en Chile.
/Escrito por Favio Verona para Olé de Buenos Aires
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